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San Luis de Montfort (1706): “... los demonios que son ladrones finos procuran sorprendernos de un modo imprevisto para robarnos y despojarnos. Acechan día y noche el momento favorable. Para esto nos rodean incesantemente para devorarnos y arrebatarnos en un momento, por un pecado, todo lo que en gracias y méritos hemos podido ganar en muchos años” (La verdadera devoción a María).
Papa Gregorio XVI, Mirari vos (#10), 15 de agosto de 1832: “... es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta ‘restauración y regeneración’ [para la Iglesia] para volverla a su incolumidad primitiva, dándola nueva vigor, como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesia está sujeta a defecto, a ignorancia o a cualesquier otras imperfecciones”.
San Alfonso (1760): “No resistáis por más tiempo a la voz de Dios. ¡Quién sabe si resistiendo en este instante, os abandonará desde ahora a vuestros propios extravíos! ¡Valor y resolución! ‘El demonio teme a las almas resueltas’, decía Santa Teresa. Alentaos pues: muchas almas, dice San Bernardo, no alcanzan la santidad por falta del valor necesario”.
San Juan Crisóstomo (c. 380): “En aquel entonces (en la antigua Alianza) bastaba para la salvación conocer sólo a Dios. Ahora ya no es así; el conocimiento de Cristo es necesario para la salvación...”
Proverbios 23, 9: “… [el] necio… despreciará tus sabios razonamientos”.
San Ambrosio (386): “Esta negación de la divinidad de Cristo fue escrita en el concilio de Rímini, y tengo razón cuando me estremezco al pensar en ese concilio. Yo sigo la enseñanza del Concilio de Nicea, de la que ni la muerte ni la espada podrán separarme jamás”.
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