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San Gregorio Nacianceno: “Muchos son los senderos que se desvían del camino recto y establecido, todos los cuales conducen a las profundidades de la destrucción”.
Concilio de Éfeso, 431 d.C.: “Nadie que haya osado oponerse a su propio Creador ha escapado a la retribución divina, sino que inmediatamente, en la medida en que los ojos humanos pudieron ver, fue castigado en parte, ya que el castigo más completo que se le debe está reservado para el tiempo del Juicio”.
San Luis de Montfort (1710): “... el nombre de Rosario, que significa corona de rosas. Es decir, que cuantas veces se reza como es debido el Rosario se coloca sobre la cabeza de Jesús y de María una corona compuesta de 153 rosas blancas y 16 rosas encarnadas...” (El secreto admirable del Rosario, 7a Rosa).
Papa Julio III, Concilio de Trento (1551): “Si alguno dijere que las palabras del Señor Salvador nuestro: Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos (Juan 20, 22), no han de entenderse del poder de remitir y retener los pecados en el sacramento de la penitencia, como la Iglesia Católica lo entendió siempre desde el principio... sea anatema” (Denzinger 913).
San Cirilo (350): “... si alguien vive en la hipocresía, [Dios] lo rechaza por inadecuado para una verdadera milicia. Pero si lo encuentra digno, le otorga su gracia de manera muy rápida. No da lo santo a los perros (cf. Mt 7,6), sino que, cuando ve una conciencia honesta, le confiere el sello saludable y admirable temido por los demonios y que reconocen los ángeles”.
Papa San León Magno (c. 450): “Porque quien se aparta del camino de la verdadera fe y se cambia a otro, todo su viaje es una apostasía; y cuanto más se aleja de la luz católica, más se acerca a las tinieblas de la muerte”.
Lo que San Policarpo de Esmirna (69-155 d.C.) le dijo a la persona que estaba a punto de martirizarlo: “Amenazas con un fuego que arde algún tiempo, mas al cabo de poco se apaga. Y es que ignoras el fuego del juicio futuro y del castigo eterno, reservado a los impíos. Pero ¿por qué tardas? Trae lo que quieras” (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, libro IV, cap. 15).
Papa León XIII (1900): “Y esta dominación del hombre sobre sí mismo todo estriba en el amor de Cristo, a quien rechazar o empeñarse en no conocer es propio de alma vacía de caridad y falta de devoción” (Tametsi futura, #7).
“De aquí a poco empezó [Francisco] a comprender lo que el Ángel había querido decir al hablar de sacrificios. Desde ese día en adelante rivalizó con las niñas en renunciar a pequeños placeres y satisfacciones en provecho de los pecadores del mundo. Los tres pasaban horas seguidas postrados en el suelo: repitiendo una y otra vez la oración que el Ángel les había enseñado” (William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, edición española, 1951, p. 63).
Papa León XIII, Apostolicae curae, 1896: “... por nuestra autoridad, por propia iniciativa y a ciencia cierta, pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas...” (Denzinger 1966).
En 1830 Santa Catalina Labouré tuvo una visión de la Virgen. Vio rayos de luz que bajaban hacia la tierra de las joyas de las manos de la Virgen, y observó joyas sin tales rayos. Preguntándose sobre esto, le consultó a la Virgen, quien le respondió: “¡Estas son las gracias que los hombres no me piden!”.
San Atanasio (370): “Nosotros no adoramos a una criatura. Lejos de nosotros tal pensamiento, que es un error más bien propio de paganos y de arrianos. Lo que nosotros adoramos es el Señor de la creación hecho hombre, el Verbo de Dios... sino que sabiendo que ‘el Verbo se hizo carne’ (Jn. 1, 14), le reconocemos como Dios aun cuando está en la carne”.
San Hilario (360): "Los cuerpos corrompidos por la lujuria son la morada de los demonios".
“[Yo] rechazo por completo la invención herética de la evolución de los dogmas, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio” (Papa Pío X, El juramento antimodernista, 1910 d.C.).
Papa San León Magno: “El deseo de hacernos daño está, en efecto, siempre activo en el tentador, pero quedará desarmado e impotente, si no encuentra en nosotros un terreno ventajoso desde el que atacarnos” (Sermón 78).
San Alfonso (c. 1760): “Contemplemos, además, el especial amor que nos manifestó, haciéndonos nacer en países cristianos y en el gremio de la verdadera Iglesia Católica. ¡Cuántos nacen todos los días entre los gentiles, entre los judíos, entre los mahometanos, y entre los herejes, todos los cuales se condenan!” (Sermones abreviados para todas las dominicas del año, Sermón XXIX, para la dominica de la Santísima Trinidad, punto 1, no. 4.).
San Gregorio Nacianceno: “Al ver a mucha gente... gastando muchísimo tiempo en sus esfuerzos para lo que no espera ninguna recompensa - o solo charla vacía...”.
Papa San Gregorio I (c. 590): “... si sois de Cristo, entonces sois la semilla de Abraham (Gál. 3, 29). Si nosotros, por nuestra fe en Cristo, somos considerados hijos de Abraham, los judíos, por tanto, a causa de su perfidia, han dejado de ser su descendencia”.
Nuestra Señora le dijo a Santo Domingo (1214): “‘¿Sabes tú, mi querido Domingo, de qué arma se ha servido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?’ ‘Oh Señora’, respondió él, ‘Vos lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo Jesucristo fuisteis el principal instrumento de nuestra salvación’. Ella añadió: ‘Sabe que la pieza principal de la batería fue la salutación angélica (el Rosario), que es el fundamento del Nuevo Testamento; y por tanto, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio’” (El secreto admirable del Santo Rosario).
San Afraates (336): “Y Jesús entregó las llaves a Simón, y ascendió y regresó a Él que le había enviado”.
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