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Análisis del libro “Curso Superior de Religión” de J. Rafael Faría
En este video voy a tomar el tiempo de discutir sobre un libro que es muy conocido en el movimiento tradicionalista. Su nombre es Curso Superior de Religión, del P. Rafael Faría. Este libro fue publicado en la década de los 1940, es decir, antes del Vaticano II. He leído personalmente todo este libro y, si bien en varios temas son fieles a lo que la Iglesia enseña, no obstante, es uno de muchos otros libros que están infectados de la herejía que dice que hay salvación fuera de la Iglesia. Fue precisamente la negación de este dogma lo que hizo estallar la apostasía del Vaticano II. Como lo tenemos bien documentado en nuestro sitio web, casi el 90% de las herejías de los antipapas del Vaticano II y los documentos de ese conciliábulo, van en contra de este dogma. Negar o rechazar o dudar este dogma es rechazar a Jesucristo mismo, puesto que Él es quién estableció la Iglesia católica sobre San Pedro. En otro video se tratará detalladamente sobre este dogma, pero, por ahora, voy a citar quizás la parte más herética de este libro. ¿Y por qué le doy reconocimiento a este libro? Porque, en primer lugar, como ya lo dije, fue escrito antes del Vaticano II, por ende, esta herejía de la salvación fuera de la Iglesia por la “ignorancia invencible”, o por los supuestos “bautismo de deseo” o “bautismo de sangre” fueron precisamente lo que se estaba creyendo por aquellos sacerdotes y obispos que ofrecían la misa tradicional, y en segundo lugar, porque hasta el día de hoy, se sigue creyendo en esta herejía –y de hecho, toda esta gran apostasía consiste mayormente en la negación de este dogma– por aquellos sacerdotes y obispos que suelen llamarse “tradicionalistas” e incluso hasta los sedevacantistas. Por ejemplo, en México, le pregunte a un sacerdote sedevacantista que sí su grupo creía en el dogma Fuera de la Iglesia católica no hay absolutamente ninguna salvación. ¿Saben que fue lo que me dijo? Me dijo: “se debe señalar que no es un dogma y eso no se cree de manera absoluta, tiene sus excepciones por decirlo de algún modo”. ¿Qué el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación no es un dogma? ¿En serio? Entonces, ¿qué fueron esas declaraciones del magisterio solemne que definieron dogmáticamente, desde la Cátedra de Pedro, ex cathedra, que fuera de la Iglesia no hay absolutamente ninguna salvación? ¿Qué fueron esos pronunciamientos papales infalibles del Papa Inocencio III, del Papa Clemente V, del Papa Eugenio IV en su bula Cantate Domino, o de las repetidas promulgaciones de la Profesión de Fe por el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano I? Para que vean, que realmente estamos viviendo la Gran Apostasía.
Sin embargo, no es mi intención hablar de los sacerdotes sedevacantistas, ya se ha hecho un video dedicado a cómo ellos han negado este dogma, y quizá en el futuro haga otro video hablando de sacerdotes conocidos en el mundo latinoamericano, pero creo que son el primer video es suficiente para demostrar que casi todos ellos niegan este dogma. Y, por cierto, todos aquellos que apoyen a estos herejes y son partidarios de sus grupos, lo hacen bajo pena de pecado mortal por ayudar y defender a herejes. Porque son en estos grupos que se están promoviendo libros como este llamado Curso Superior de Religión del P. Rafael Faría. En los próximos días, con la gracia de Dios, también hablare de otro libro que fue escrito antes de 1920, y que enseña la misma herejía que las almas se pueden salvar sin católicos. Es una herejía tremendamente horrible. Realmente mata la fe en Jesucristo.
Bueno, iniciemos, pues, con esta exposición. En la página 155 del libro Curso Superior de Religión, del P. Rafael Farías, publicado en 1941, hablando de quiénes pueden salvarse, dice:
“Se salvan únicamente: … 2º los que, no pudiendo pertenecer a su cuerpo, por lo menos pertenecen a su alma”.
¡Alto aquí! Podemos ver que ya se estaba creyendo en la herejía de la salvación por pertenecer al alma de la Iglesia sin pertenecer a su cuerpo. Esto está condenado. Para contrarrestar este párrafo tan venenoso, veamos cómo será ahora refutada profundamente esta herejía del “alma de la Iglesia, sin el cuerpo” por el estudio de varios pronunciamientos magisteriales.
En primer lugar, esta herejía proviene de una mal interpretación del verdadero significado del término “alma de la Iglesia”. El alma de la Iglesia es el Espíritu Santo. No es una extensión invisible del cuerpo místico que incluye a los no bautizados.
En segundo lugar, la Iglesia es esencialmente (es decir, en su esencia) un cuerpo místico.
Por lo tanto, enseñar que alguien pueda salvarse sin pertenecer al cuerpo es enseñar que alguien puede salvarse sin pertenecer a la Iglesia, porque la Iglesia es un cuerpo. Y esto es sin duda una HEREJÍA.
Un hombre puede estar o dentro de la Iglesia o fuera de la Iglesia. Él puede estar o dentro o fuera del cuerpo. No hay una tercera región en que exista la Iglesia – un alma invisible de la Iglesia. Aquellos que dicen que uno puede salvarse por pertenecer al alma de la Iglesia, si bien que no pertenece a su cuerpo, niegan la unidad indivisible del cuerpo y el alma de la Iglesia, lo que es paralelo a negar la unidad indivisible de las naturalezas divina y humana de Cristo.
Por eso el Papa León XIII declaró en Satis cognitum, 1896: “Por todas estas razones, la Iglesia es con frecuencia llamada en las sagradas letras un cuerpo, y también el cuerpo de Cristo… De aquí se sigue que están en un pernicioso error los que, haciéndose una Iglesia a medida de sus deseos, se la imaginan como oculta y en manera alguna visible… Lo mismo una que otra concepción, son igualmente incompatibles con la Iglesia de Jesucristo, como el cuerpo o el alma son por sí solos incapaces de constituir el hombre. El conjunto y la unión de estos dos elementos son indispensables a la verdadera Iglesia, como la íntima unión del alma y del cuerpo es indispensable a la naturaleza. La Iglesia no es una especie de cadáver; es el cuerpo de Cristo, animado con su vida sobrenatural”.
La negación de la unión del cuerpo y el alma de la Iglesia conduce a la herejía de que parte de la Iglesia es invisible, que fue condenada por los Papas León XIII, Pío XI y Pío XII.
En tercer lugar, la prueba más poderosa contra la herejía del “alma de la Iglesia” sigue lógicamente de las dos primeras ya discutidas. La tercera prueba es que ¡el magisterio infalible de la Iglesia católica ha definido que pertenecer al cuerpo de la Iglesia es necesario para la salvación!
El Papa Eugenio IV, en su famosa bula Cantate Domino, definió que la unidad del cuerpo eclesiástico (ecclesiastici corporis) es tan fuerte que nadie puede salvarse fuera de ella, incluso si derramase su sangre en el nombre de Cristo. Esto destruye la idea que alguien puede salvarse por pertenecer al alma de la Iglesia sin pertenecer a su cuerpo.
Esta definición del Papa Eugenio IV destruye la “herejía del alma de la Iglesia”. El Papa Pío XI también la destruye.
¿Se dan cuenta la diferencia entre los pronunciamientos dogmáticos infalibles del Magisterio y las falsedades de estos libros heréticos y de aquellos quienes creen en esta herejía? Ambos enseñan dos cosas totalmente diferentes. Una dice que es necesario pertenecer al cuerpo para la salvación (Papa Eugenio IV y Papa Pío XI) y otros dicen que es posible la salvación con solo pertenecer al alma sin el cuerpo de la Iglesia (Rafael Faría).
He aquí otra cita del Papa León X, Quinto Concilio de Letrán:
Y otra del Papa Clemente XIV, 1769:
Encontes decía el P. Faría:
“En consecuencia:… por pertenecer al alma, sin haber podido pertenecer al cuerpo:
a) Podían salvarse los justos del Antiguo Testamento, por la fe en el futuro Mesías.
b) Pueden salvarse los paganos que no han oído hablar de la Iglesia y cumplen la ley natural.
c) Igualmente pueden salvarse los que están de buena fe y por error invencible en otra religión.
Están de buena fe en otra religión los que no han oído hablar de la Iglesia católica; o habiendo oído hablar de ella, no han podido por prejuicios invencibles, o por imposibilidad de hacerlo, comprobar que es la única verdadera religión”.
¡Impresionante! No obstante, esto es básicamente lo que se cree hoy día por casi todos los sacerdotes que se dicen “tradicionalistas”. Es una horrenda herejía.
En primer lugar, la Iglesia NUNCA, repito, NUNCA ha enseñado en ninguna forma, estilo, o método que los paganos pueden salvarse sin convertirse a la fe católica, ni muchos menos alguien que ha oído hablar de ella. Citemos el Concilio de Florencia, bula dogmática Cantate Domino, del Papa Eugenio IV, nótese lo que nos enseña la Iglesia respecto a los paganos:
Pregunta para el oyente: ¿usted oyó en esta bula algo de la salvación de los paganos sin haber oído hablar de la Iglesia? Creo que ya están captando el error de esta herejía. Pero eso no es todo, nos dice Rafael Faría que alguien puede estar “de buena fe” en otra religión, que ha oído hablar de la Iglesia, y que por alguna imposibilidad no ha podido comprobar que la religión católica sea la única verdadera religión.
Entonces, cuando N. S. Jesucristo les mandó a los Apóstoles de ir a predicar a todo el mundo el Evangelio, ¿en realidad fue un mandato imposible? ¿Acaso no escuchan la locura de esta herejía? Es obvio que esta es una terrible y escandalosa herejía: un rechazo claro del dogma definido y de la enseñanza bíblica de la necesidad de Jesucristo y de la fe católica para la salvación. No puedo hacer nada más que repetirlo, nótese cómo este libro herético claramente nos indica que pueden salvarse los no católicos que han oído hablar de Jesucristo y de la Iglesia, si, por alguna razón, ellos no están convencidos de los argumentos que comprueban a Cristo o la Iglesia católica. Este es el depravado resultado final de la herejía que dice que las almas pueden salvarse sin la fe católica y por la “ignorancia invencible”. Puesto que si alguien puede salvarse en otra religión sin haber oído hablar de Cristo, ¿cuánto más se requiere saber de Cristo para que ese individuo llegue a ser culpable? ¿Qué tal si él ha oído la predicación de Cristo parcial e incompletamente? Una vez que se desvien de la regla que fue divinamente revelada (o sea, no hay absolutamente ninguna salvación fuera de Jesucristo y de la fe católica), de ahí saldrá toda idea infernal. Está claro que esta herejía fue lo que nos dirigió a la gran apostasía en el conciliábulo Vaticano II. Y lo más aterrorizante es que lo dicho por este libro es la creencia de casi todo sacerdote de hoy día, incluyendo los sacerdotes “tradicionalistas” y sedevacantistas.
Por último, quiero leerles una sección de nuestro libro Fuera de la Iglesia Católica no hay Ninguna salvación, que da una perspectiva respecto a la “ignorancia invencible”. Tenemos los primeros catorce capítulos publicados en vaticanocatolico.com, pero Dios queriendo, dentro de muy poco se publicara los demás capítulos, especialmente las objeciones respecto a los temas de: Papa Pío IX y que supuestamente había enseñado la ignorancia invencible cuando no lo hizo, la Sagrada Escritura contra la ignorancia invencible, Jesucristo contra la ignorancia invencible, el argumento de que el bautismo es imposible para algunos recibirlo, el buen ladrón y los santos inocentes, la herejía “no se puede juzgar”, EL PAPA PÍO XII, EL PADRE FEENEY Y EL DOGMA, y muchísimos otros más. En realidad es un libro devastador contra los herejes que creen en la salvación fuera de la Iglesia, lametablmente, la mayoría del mundo.
Esta sección se llama: La ignorancia invencible se convierte en una herejía destructiva, borrando la necesidad de la fe católica en todo el mundo
La herejía de que los no católicos se pueden salvar por la “ignorancia invencible” en realidad no era un problema antes de 1800, puesto que la enseñanza de la tradición católica de que nadie que ignore el Evangelio puede salvarse era muy clara y mantenida por la mayoría. Pero gracias al desarrollo del modernismo en la década de 1850, junto con el secuestro por lo liberales de las débiles declaraciones del Papa Pío IX (o sea, Singulari Quadam y Quanto conficiamur moerore), la teoría herética de la salvación para los invenciblemente ignorantes explotó y se convirtió en la creencia de muchos sacerdotes en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX. Esto ha culminado en la situación en que nos encontramos, en que casi el 100% de las personas que se dicen ser “católicas” (e incluso católicos tradicionalistas) creen que se pueden salvar los judíos, budistas, musulmanes, hindúes, protestantes, etc. Debemos agradecerle a la herética idea de la salvación para los “ignorantes invencibles” por esto, pero habrá mucho más sobre esto más adelante en este documento. La herejía y el modernismo se extendió tanto, incluso en tiempos del Primer Concilio Vaticano en 1870, que San Antonio María Claret, el único santo canonizado en el Concilio, sufrió un derrame cerebral por causa de las herejías que se estaban promoviendo. Por supuesto, Dios no permitió que ninguna de estas herejías se incluyera en los decretos del Concilio Vaticano I.
El hecho es que todas las culturas son demoníacas y están bajo el dominio del Diablo hasta que son evangelizadas. Esta es la enseñanza indiscutible de la tradición y de la Escritura.
El P. Francisco de Vitoria, OP, un famoso teólogo dominico del siglo decimosexto, resume muy bien la enseñanza tradicional de la Iglesia católica sobre este tema. Estas son sus palabras:
Todas las personas que mueren en las culturas en las cuales no ha penetrado el Evangelio irán al infierno por los pecados contra la ley natural y por los otros pecados graves que cometan – porque la razón que Dios no les revela el Evangelio es por la mala voluntad y falta de cooperación con la gracia de Dios. El Primer Concilio Vaticano definió infaliblemente, basado en Romanos 1, que el Dios único y verdadero puede ser conocido con certeza por las cosas que han sido hechas y por la luz natural de la razón humana.
Todos pueden conocer con certeza que hay un ser supremo espiritual, que es el único Dios verdadero y creador del mundo y de todo lo que contiene. Todos saben que Dios no es algo que ellos hayan tallado de madera o jade o piedra. Ellos saben que Dios no es el árbol que ellos adoran, ni el río que ellos adoran ni la roca ni la serpiente ni la rana del árbol sagrado. Ellos saben que estas cosas no es el Creador del universo. Todos saben que están adorando a una criatura en vez del Creador. Son, como dice San Pablo en el versículo 20, inexcusables. San Agustín así lo explica en referencia a las personas que murieron ignorantes de la fe y sin el bautismo.
Y si alguien aceptara la verdad, si fuera lo suficientemente honesto intelectualmente como para decir: “Dios, Tú no puedes ser este pedazo de madera, revélate a mí”, entonces Dios le enviaría un ángel, si fuese necesario, así como envió un ángel a Cornelio en Hechos capítulo 10; y Él lo llevaría con un misionero que le predicaría la buena nueva y el sacramento del bautismo.
Como católicos, por supuesto no creemos como el hereje Juan Calvino, que predicó la predestinación, según la cual no importando lo que uno hace, ese está predestinado para el cielo o el infierno. Esa es una herejía perversa. Al contrario, como católicos, creemos en la verdadera comprensión de la predestinación, que se expresa en Romanos 8, Hechos 13 y en los Padres y santos ya citados. Esta verdadera comprensión de la predestinación significa simplemente que la presciencia de Dios, desde toda la eternidad, se asegura que los que son de buena voluntad y son sinceros, serán traídos a la fe católica y llegarán a conocer lo que deben – y que todos los que no son traídos a la fe católica y no saben lo que ellos deben, esos simplemente no están entre los elegidos.
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