El protestantismo se originó con Martín Lutero (1483-1546), un ex católico. Aunque los protestantes afirmen que ellos siguen ‘el cristianismo bíblico’, y no a un hombre, ellos están inclinados a defender a Martín Lutero. Esto es porque Martín Lutero fue el primer portavoz reconocible de la versión protestante del ‘cristianismo’. Antes de su separación de la Iglesia católica en 1520, no había un defensor público de lo que ahora conocemos como el protestantismo, cuyas doctrinas principales son la justificación por la sola fe y la sola Escritura.
Aunque Lutero es la figura central en la historia del protestantismo, pocos protestantes saben mucho acerca de él, o de cómo él llegó a sus creencias. Invito al lector a considerar los siguientes hechos.
POR FAVOR CONSIDERE LA VERDADERA TRAVESÍA ARTIFICIAL DE MARTÍN LUTERO HACIA EL PROTESTANTISMO
Martín Lutero nació en 1483 y fue bautizado católico al día siguiente. Él ingresó a un monasterio agustino católico en 1505, y fue ordenado sacerdote católico en 1507. Por lo tanto, cuando él era un joven sacerdote católico profesante, el protestantismo era desconocido para Martín Lutero y, en efecto, para el resto del mundo cristiano.
El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero publicó sus famosas 95 Tesis en la puerta de la iglesia en Wittenberg, Alemania. La mayoría de los protestantes de hoy citan esta fecha como el inicio de la ‘reforma’ protestante. Ellos piensan que esto representó la postura pública de Lutero de la ‘fe’ protestante, para el ‘verdadero cristianismo bíblico’. Lo que ellos no saben es que las famosas 95 Tesis de Martín Lutero reconocieron el oficio del papa más de 20 veces. Al tiempo que publicaba sus Tesis –y, en efecto, antes de esto y por un tiempo después– Lutero reclamaba ser un sacerdote católico y un monje. En su 95 Tesis, Lutero reconoció claramente el oficio del papa como instituido por Cristo, aunque él le restó valor a su dignidad y poderes en materia de las indulgencias.
El título formal de sus 95 Tesis es El debate del doctor Martín Lutero sobre el poder y la eficacia de las indulgencias, 31 de octubre de 1517. Además de reconocer al papa, los números 25 a 29 de sus Tesis reconocían el purgatorio. Lutero admite la existencia del purgatorio, aunque él se aleja de la enseñanza católica en lo que decía sobre ello. Lutero también declara su creencia en las indulgencias, aunque contradijo la doctrina católica tradicional al respecto. Lo siguiente es típico de las contradicciones exhibidas por Lutero.
#71 de las 95 Tesis de Martín Lutero, 31 de octubre de 1517: “Sea anatema y maldito quien niegue el carácter apostólico de las indulgencias”.
El punto aquí es que, incluso al 31 de octubre de 1517, la ‘fe’ protestante todavía era desconocida por Martín Lutero y, en efecto, para el resto del mundo cristiano. No había declaración sobre la justificación por la sola fe o sobre la sola Escritura; no había hasta este momento un repudio del oficio papal o de otros muchos dogmas católicos que los protestantes rechazan hoy en día. Lo que uno tiene, hasta este punto, es un sacerdote confundido y enrevesado que, mientras reclamaba ser católico, estaba claramente cayendo de la fe católica tradicional a su propia versión salvaje de ella (especialmente con respecto a las indulgencias). Él no era protestante. Incluso hasta este punto, la supuesta ‘fe’ bíblica era desconocida para su eventual fundador.
En 1518, Lutero publicó un Sermón sobre la indulgencia y la gracia, en el cual atacó la manera tradicional de dividir la penitencia en contrición, confesión y satisfacción (Dr. Ludovico Pastor, Historia de los Papas, Tomo IV, vol. 7, p. 321). Lutero reclamaba que no se hallaba en las Sagradas Escrituras. Esto, en conjunto con la contradicción de Lutero de la enseñanza católica tradicional sobre las indulgencias, impulsó a la Iglesia a citarlo a Roma para una investigación. Debe señalarse que sí había, en efecto, algunos abusos sobre las indulgencias por parte de algunos hombres de la Iglesia. Tales abusos representaban una desviación de la enseñanza católica sobre el tema. Las indulgencias no pueden ser compradas. Los abusos ocasionales en esta área –que fueron cometidos por unos pocos hombres de la Iglesia en una Iglesia universal– de ninguna manera justifican repudiar la enseñanza tradicional. Esta enseñanza sobre las indulgencias está enraizada en el tesoro de los méritos de Jesucristo y de los santos, y en el poder de las llaves dadas a San Pedro. Según la enseñanza católica, las indulgencias se otorgan por ciertas buenas obras o actos de piedad específicos (tales como las oraciones, etc.). Las indulgencias quitan sólo el castigo temporal de los pecados ya perdonados. Ellas no son, como dicen los protestantes, medios de comprar su camino al cielo.
A principio de julio de 1518, Lutero recibe una citación oficial para presentarse en Roma y dar cuenta de sus doctrinas. Mientras mantenía sus nuevos (y heréticos) puntos de vista sobre las indulgencias y la penitencia, Lutero reclama “que la Iglesia romana ha conservado siempre la verdadera fe, y es necesario para todos los cristianos estar de acuerdo con sus dogmas” (Dr. Ludovico Pastor, Historia de los Papas, Tomo IV, vol. 7, pp. 329-330). Eso significa que, incluso después de haber sido citado a Roma para responder por sus nuevas ideas, Lutero profesaba que la Iglesia romana (la Iglesia católica romana) tiene la verdadera fe. Hasta este punto, Lutero indudablemente se estaba desviando a su propia versión del ‘cristianismo’, pero aún no era protestante, como lo demuestra su declaración sobre la Iglesia romana. La presunta ‘fe bíblica’, pura y simple aún era desconocida en julio de 1518 para su eventual fundador.
A medida que se difundía la influencia de Lutero, y se endurecía su empeño en las nuevas ideas, las acciones contra Lutero incrementaron. El Papa León X envió al erudito cardenal Cayetano para que manejara el caso. Cayetano tenía que examinar la situación y, de ser posible, conseguir que Lutero recapacite. Esto ocurrió en otoño de 1518, pero Lutero siguió obstinado. A pesar de su empeño en sus nuevas ideas, Lutero declaró lo siguiente en una de esas entrevistas: “[Lutero] llevó también consigo un notario y varios testigos, e hizo que el primero leyera la siguiente declaración: «Cuanto él podía acordarse, nunca había enseñado cosa alguna contra la Sagrada Escritura, la doctrina de la Iglesia, las decretales de los Papas y la sana razón. Pero como era hombre sujeto a error, se sometía al fallo de la Santa Iglesia y a todos los que supieran más que él…»” (Dr. Ludovico Pastor, Historia de los Papas, Tomo IV, vol. 7, p. 335).
De nuevo, vemos que Lutero reclama fidelidad a la enseñanza papal y a toda la doctrina católica. También apela específicamente al Papa, y expresa su voluntad de retractarse si el Papa decide contra él (Ibid., pp. 336, 338). La presunta ‘fe bíblica’ (protestantismo) todavía era desconocida para su eventual fundador.
No mucho después de sus reuniones con Cayetano en noviembre de 1518, los puntos de vista de Lutero sufrieron otro desarrollo significativo. Él llegó a la conclusión de que el papa, a cuyos decretos él apenas había reclamado sumisión, era el anticristo. Él escribió: “Te enviaré mi pequeñez, para que puedas ver si sospecho con razón, que el verdadero Anticristo, de quien habla S. Pablo, reina en la Corte romana” (De Wette, I, 192; Enders I, 317; Tomo IV, vol. 7, p. 339). Numerosas afirmaciones por este tiempo demuestran “que la proposición, que el papa es el anticristo, ya había quedado establecida por Lutero”.
No obstante, en este mismo tiempo en que él estaba llamando al papa como “el Anticristo”, Lutero apelaba a un concilio general del papa (Obras de Lutero, Weimar ed., II., 36 sec.). En otras palabras, Lutero consideraba que las decisiones del concilio eran definitivas y autoritarias. Esto por supuesto contradice uno de los pilares del protestantismo: la sola Escritura.
Por lo tanto, incluso hasta el punto en que Lutero había fijado firmemente su rostro contra el papado como “el Anticristo”, él aún no había descubierto el protestantismo. La presunta ‘fe bíblica’ era todavía desconocida para su eventual fundador. Uno debe considerar este hecho profundamente; porque ello demuestra que cuando Lutero por fin concibiera el protestantismo, esto no era más que la creación de una mente confundida.
ESTOS HECHOS DEMUESTRAN QUE TODOS LOS PROTESTANTES HAN ABRAZADO UNA RELIGIÓN PURAMENTE HECHA POR EL HOMBRE, LA CUAL LUTERO ESTABA INVENTANDO Y REINVENTANDO DÍA TRAS DÍA
La verdadera fe de Jesucristo es un depósito. No viene del cielo para caer sobre un hombre que vivió 15 siglos después de Cristo. Esta fue revelada por Jesucristo a sus apóstoles hace 2000 años, y fue transmitida por los apóstoles a la Iglesia.
Judas 1, 3: “… me ha sido necesario escribiros exhortándoos a que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”.
La verdadera fe, por ende, tiene un vínculo histórico con la Iglesia apostólica; y se puede demostrar que ha sido creída por aquellos que vinieron antes en la Iglesia. Es trasmitida de generación en generación. Martín Lutero creció con la fe católica. El protestantismo le era desconocido de niño; le era desconocido cuando fue sacerdote; le era desconocido cuando publicó sus 95 Tesis, e incluso cuando llamó por primera vez al papa de ser el Anticristo y estaba apelando a un concilio general. En efecto, llegó un momento en que Martín Lutero inventó el protestantismo, y sus conclusiones no tenían vínculo con sus predecesores, ni siquiera con lo que había dicho o creído antes. Ellas eran verdaderamente las invenciones y ‘descubrimientos’ de un hombre, Martín Lutero.
Los protestantes, por lo tanto, se han sometido a un sistema que Martín Lutero inventó junto con el resto de sus opiniones contradictorias y cambiantes. Estos ‘descubrimientos’ incluyeron la idea de que un hombre es justificado por la sola fe, que palabra por palabra contradicen la enseñanza de la Biblia (Santiago 2, 24) – una contradicción tan evidente que Lutero se sintió llevado a criticar el libro de Santiago porque este lo contradecía. De hecho, Lutero quería sacar de la Biblia el libro de Santiago y echarlo al horno (esto es, al fuego), hasta que sus amigos lo persuadieron de que tal iniciativa sería demasiado radical.
ACCIONES Y CITAS INDIGNANTES DE MARTÍN LUTERO – CRITICA EL LIBRO DE SANTIAGO
Martín Lutero, Prefacio al Nuevo Testamento, 1522: “Por esa razón, la epístola de Santiago es en comparación con ellas, una epístola sosa, porque no tiene nada de índole evangélica”.
Aquí vemos al sacerdote apóstata, Martín Lutero, denigrando al libro de Santiago porque contradice su nueva idea de la justificación por la sola fe.
Martín Lutero, El examen licenciado de Heinrich Schmedenstede, 7 de julio de 1542: “La epístola de Santiago nos causa graves dificultades, pues los papistas se aferran a ella sola y se olvidan del resto. Hasta ahora la he tratado e interpretado según el sentido del resto de las Escrituras. Porque sabéis que nada ha de decirse contra el sentido claro de la Santa Escritura. Por lo tanto, si no aceptan su interpretación, la demoleré. Casi tengo deseos de echar a Santiaguito al fuego, como lo hizo el sacerdote de Kalenberg”.
Martín Lutero incluso añadió la palabra “sola” a Romanos 3, 28 en su traducción alemana de la Biblia. Él hizo que dijera “sola fe”, cuando eso no está en el texto ni es su significado.
MARTÍN LUTERO DIJO QUE UN HOMBRE PODÍA COMETER FORNICACIÓN Y ASESINATO MILES DE VECES AL DÍA Y NO PERDER SU JUSTIFICACIÓN
Martín Lutero también dijo que un hombre podía cometer fornicación y asesinato miles de veces al día y que no perdería su justificación. Él dijo esto para expresar su doctrina de la justificación por la sola fe, la cual es: no importa cuánto peque una persona, aún está salvada mientras crea (por la sola fe). En el mismo contexto, él declaró: “sé pecador y peca fuerte”.
La autenticidad de esas citas no es cuestionada, sino abiertamente admitida por los defensores protestantes de Lutero.
Martín Lutero, Carta a Melanchthon, 1 de agosto de 1521: “Si eres predicador de la gracia, predica la gracia verdadera, no la gracia fingida; si la gracia es verdadera, ten la seguridad de que se trata del pecado verdadero, no del fingido, porque Dios no salva a los pecadores fingidos. Sé pecador y peca fuerte, pero confía y alégrate más fuertemente aún en Cristo, vencedor del pecado, de la muerte y del mundo. Hay que pecar mientras vivamos aquí [en este mundo]. Esta vida no es la morada de la justicia, sino que, como dice Pedro, estamos a la espera de cielos nuevos, de una tierra nueva en la que habite la justicia. Basta con que por la riqueza de la gloria hayamos conocido al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; de éste no nos apartará el pecado, incluso aunque forniquemos y matemos miles y miles de veces cada día. ¿O es que crees que tan menguado es el precio de la redención de nuestros pecados, pagado por tan grande y buen cordero? Reza fuerte aunque seas un pecador fortísimo”.
Como se mencionó anteriormente, la verdadera fe es un depósito. No viene del cielo para caer por primera vez sobre un hombre que vivió 1.500 años después de Cristo, y no viene desde el abismo – de donde sí vienen las enseñanzas de Martín Lutero sobre la justificación, la fornicación y el asesinato.
LA PREOCUPACIÓN DE LUTERO POR EL DIABLO Y OTROS TEMAS BURDOS
Martín Lutero también tenía una preocupación por el demonio, por el baño, y por temas que uno sólo puede considerar como desagradables. Incluso los escolares protestantes notaron que la fascinación de Lutero por temas burdos era preocupante. Él admitió que tenía mucha interacción con el demonio. “Estos [demonios] frecuentaban la imaginación de Martín Lutero que tuvo visiones, que él creía que eran verdaderas apariciones físicas, del demonio lanzando [excremento] hacía él, la cual Lutero se la lanzó de vuelta. En efecto, en uno de sus muchos combates anales con el demonio –en el cual Lutero le retaba al demonio a ‘lamer’ su trasero– Lutero pensaba que la mejor táctica podía ser ‘arrojarlo a mi ano, en donde pertenece’” (H.W. Crocker, Triumph, Roseville, CA: Prima Publishing, 2001, p. 237). Después de inventarse su posición en contra del papado, Lutero dijo que los decretos papales estaban “sellados con la mierda del diablo”. También dijo que el papa y los cardenales deberían ser asesinados, y que él y sus defensores deberían lavar sus manos “en su sangre” (Pastor, Historia de los Papas, Tomo IV, vol. 7, p. 351).
Lutero reclamaba que él había elaborado la justificación por la sola fe mientras estaba en el inodoro. Decía que le había llegado como “conocimiento que el Espíritu Santo me dio en la privacidad de mi torreón” (citado en A World Lit Only by Fire: The Medieval Mind and the Renaissance por William Manchester, Little Brown & Co., 1993, p. 140). De hecho, la idea de Lutero de que las personas cometen verdaderos y ‘honestos’ pecados parece que se originó de una conversación con el diablo. Esto se dice en Charlas de sobremesa de Lutero.
“[Lutero dijo]: Cuando me levanté una noche, el diablo vino y quería debatir conmigo; él me reprendió y me reprochó, discutiendo que yo era un pecador. A esto le repliqué: ¡Dime algo nuevo, diablo! Eso ya lo sé perfectamente; he cometido muchos firmes y verdaderos pecados. De hecho, debe haber buenos y honestos pecados – no unos fabricados ni inventados – para que Dios los perdone por causa de su Hijo amado, que tomó sobre Él todos mis pecados, por lo que ahora los pecados que he cometido ya no son míos, sino que pertenecen a Cristo. Este maravilloso regalo de Dios no estoy dispuesto a rechazarlo, sino que quiero reconocerlo y confesarlo”.
Con estos hechos en mente, debe quedar completamente claro cómo aquellos que eventualmente siguieron las conclusiones de Lutero (el núcleo de lo que son la sola fe y la sola Escritura) simplemente están siguiendo las maquinaciones, invenciones y descubrimientos de un hombre. Ellos están siguiendo las invenciones de un hombre que fue guiado y usado por el diablo para crear una falsa versión del ‘cristianismo’, que extraviaría a un incontable número de personas.
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Muchas gracias. Verdaderamente esa «justificación solamente por la fe» ha confundido a muchos y continúa siendo tentación para cualquiera porque en el fondo nos da licencia para aferrarnos a nuestros pecados y sentirnos justos porque la justificación es supuestamente externa, como explicó Lutero. Pero, no es lo que enseña la Biblia.