En la iglesia del novus ordo se han dado casos de “Milagros eucarísticos” donde las hostias sangran cuando son recibidas por algunos de los videntes. ¡Satanás no puede hacer eso!
Usted se equivoca. Lo que Satanás no puede hacer es convertir el pan y vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo; pero lo que sí puede hacer, es que el pan sangre con sangre común. Esto se nos enseña en la historia de Éxodo.
Éxodo 7, 19-22: “Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había mandado, y Aarón, levantando la vara, golpeó las aguas del río a la vista del faraón y de todos sus servidores, y toda el agua del río se volvió en sangre. Los peces que había en el río murieron, (…) Pero los magos de Egipto hicieron otro tanto con sus encantamientos, y el corazón se endureció…”.
De la misma manera, en nuestros días, si Dios lo permite, Satanás puede hacer que el pan sangre con sangre común en la iglesia del novus ordo, cosa que Dios sí lo permite en los últimos días y como parte del engaño final en ciertos lugares para engañar a aquellos que no recibieron “el amor de la verdad” (2 Tes. 2, 10), es decir, la fe católica tradicional.
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Según esta interpretación, los milagros, apariciones, éxtasis, y demás hechos espirituales acontecidos en la Iglesia Católica, que prueban su divinidad, pueden estar producidos por el Demonio con el fin de engañar «incluso a los elegidos» ya que no recibieron “el amor de la verdad” (2 Tes. 2, 10).
En Mateo 24, 24 leemos: «Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, a ser posible, aun a los elegidos.». ¿Quién les dice entonces que los milagros de la Iglesia Católica han sido hechos por los «falsos profetas»?.
Esta es una objeción protestante muy común, a la que no sé cómo responder, por lo que les agradecería que me ilustraran al respecto.
Hablando de milagros verdaderos que confirman la Iglesia católica, y no de los falsos milagros en la secta del Vaticano II, la respuesta sería la siguiente:
Es cierto que el demonio tiene poderes superiores al hombre y puede provocar hechos extraordinarios que tienen la apariencia de milagro. Pero hay milagros, llamados de primer orden, que ciertamente exigen un poder divino (por ejemplo, la resurrección de un muerto, la curación instantánea de un ciego de nacimiento).
Si se trata de otra clase de hechos no relacionados con la Revelación, podemos tener en cuenta un criterio como el siguiente: si el hecho, o sea, el milagro en sí mismo o en las circunstancias que lo acompañan es contrario a la razón, a la virtud, a la moralidad, a la sabiduría y a la santidad divina, debemos atribuirlo al demonio.
Dios es la causa final del milagro. Él lo hace para su gloria, para la manifestación de su sabiduría y de su poder. Dios no deroga las leyes de la naturaleza por simple capricho o diversión, ni tampoco para remediar las deficiencias del orden establecido por Él, como objetan neciamente los racionalistas. Esto sería limitar su sabiduría y su poder.
Cuando Dios obra el milagro lo hace para demostrar sus perfecciones y, sobre todo, para comprobar su intervención en favor de las doctrinas que Él ha revelado, con el fin de que no podamos dudar de su carácter divino, que el milagro pone de manifiesto.
Es por eso que no solamente existieron milagros obrados por Cristo y sus apóstoles, sino que también existen milagros recientes. Por ejemplo, tenemos el caso del Padre Pío que obró cientos de milagros durante su vida, y los estigmas que llevó en su cuerpo fueron en sí un milagro. El Padre Pío fue un sacerdote católico. Tenemos un libro sobre su vida milagrosa: Padre Pío: un sacerdote católico que realizó milagros y llevó en su cuerpo las llagas de Jesucristo
Sin embargo, hay un problema hoy en día que es la secta del Vaticano II. Esta falsa iglesia se ha apoderado de las estructuras físicas de la Iglesia católica y ha introducido una nueva religión que pretende ser la verdadera religión católica. Tiene una nueva misa que es inválida, nuevos sacramentos, un nuevo rito de ordenación sacerdotal inválido, nuevas enseñanzas llenas de herejías y contradicciones, etc. Por lo que, siendo el demonio el autor de estos inventos modernos en esta falsa iglesia, de la cual hacemos hincapié en que no es la Iglesia católica, no es de extrañar que también existan falsos milagros obrados por el demonio (los que Dios permite) con el fin de engañar más a los que siguen ciega y obstinadamente a la ramera de Babilonia, la falsa iglesia del fin de los tiempos. Así, cuando vemos supuestamente a la «eucaristía» sangrando, que ni siquiera es la eucaristía real porque la nueva misa es inválida (ver: La revolución litúrgica – la nueva misa), lo que estamos viendo entonces es una apariencia de milagro, pero no lo es en realidad.
Por otra parte, sí han existido falsos milagros y falsas apariciones, incluso en tiempos antes de los cambios ocurridos después del Vaticano II. El demonio siempre ha buscado engañar al hombre y alejarlo de la religión verdadera, de la Iglesia católica. Y por esta razón la Iglesia es cuidadosa y prudente antes de declarar la veracidad de un milagro. Por ejemplo, el milagro del sol que ocurrió el 13 de octubre de 1917, donde miles de personas fueron testigos de algo que vieron fuera de las leyes de la naturaleza, no es algo que el demonio pueda hacer. Es un milagro de Dios y su fin es su gloria, para manifestar su sabiduría y su poder. El milagro del sol causó que muchos se convirtieran a la fe verdadera y que los malos católicos reformaran su vida. Esto es un fruto bueno, y no puede ser atribuido al demonio.
También existen falsas apariciones en las que fácilmente se puede comprobar que son venidas del demonio por los mensajes contradictorios que salen de la boca de la supuesta Virgen María o de «Jesús». Por ejemplo, si en una aparición de un tal «Jesucristo» o «María» se da un mensaje contrario a lo que la Iglesia católica ha definido infaliblemente como dogma de fe, sería una señal de una falsa aparición y obra del mismo demonio.
Sin embargo, el hecho de que los protestantes rechacen todo milagro autentico, que demuestra la protección divina de la Iglesia católica, se debe a que son de mala voluntad, pues la Iglesia católica es la Iglesia de Cristo y es la nueva Israel, el nuevo pueblo elegido de Dios. Y así, como en el Antiguo Testamento se dieron hechos milagrosos (algo que los protestantes no negarían), de la misma manera hay milagros en el Nuevo Testamento, pues Jesús mismo le declaró a su Iglesia: «En verdad, en verdad, os digo, quien cree en Mí, hará él también las obras que Yo hago, y aún mayores, porque Yo voy al Padre y haré todo lo que pidiereis en mi nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís cualquier cosa en mi nombre Yo la haré» (Juan 14, 12-14).