- Jesucristo predijo que casi no habrá fe en la tierra cuando Él regrese (Lc. 18, 8).
- El Nuevo Testamento enseña que la Gran Apostasía ocurrirá “en el Templo de Dios” (2 Tes. 2) y “en el lugar santo” (Mt. 24, 15), lo que indica la toma de posesión de los templos católicos en una impostura religiosa.
- La Gran Apostasía será peor que la crisis arriana (siglo IV), en la que el 97% de los obispos se hicieron arrianos y la verdadera Iglesia Católica en esa época fue reducida a un remanente.
- Nuestra Señora de la Salette se apareció en 1846 y profetizó que Roma perderá la fe y se convertirá en la Sede del Anticristo; una de las profecías católicas que se ha cumplido ante nuestros ojos.
Juan Pablo II durante una oración sincretista reunido con varios falsos líderes religiosos en Asís en 1989. Esta actividad “ecuménica” siempre fue condenada por la Iglesia Católica, y recalcada específicamente por el Papa Pío XI en 1928 como un rechazo completo de la fe católica. Esta es una revolución contra la fe – un nuevo evangelio. ¿Qué está pasando aquí? En este libro encontrará la respuesta.
Lucas 18, 8: “Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?”.
En el Evangelio, nuestro Señor Jesucristo nos profetizó que en los últimos días la verdadera fe se habrá casi extinguido en el mundo. Él nos dice que en el mismo “lugar santo”, justamente ahí, se instalará la “abominación de las desolación” (Mt. 24, 15), y habrá un engaño tan encubierto, que si fuera posible, hasta los escogidos serían engañados (Mt. 24, 24).
Mateo 24, 15: “Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, en el lugar santo, el que leyere entienda”.
Mateo 24, 24-25: “Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si fuera posible, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano”.
2 Tesalonicenses 2, 3-5: “Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre del pecado, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. ¿No recordáis que estando entre vosotros ya os decía esto?”.
En 1903, el Papa San Pío X pensó que tal vez él ya estaba presenciando los principios del mal que habrá de ocurrir en los últimos días.
Papa San Pío X, E Supremi, #5, 4 de octubre de 1903: “Hay buenas razones para temer que esta gran perversidad puede ser como si fuera un anticipo, y tal vez el comienzo de los males que están reservados para los últimos días; y que ya habita en este mundo el ‘hijo de perdición’ (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol”[1].
El Nuevo Testamento nos dice que este engaño ocurrirá en el corazón de las estructuras físicas de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4) y “en el lugar santo” (Mt. 24, 15). Así será porque las personas no recibirán el amor de la verdad (2 Tesalonicenses 2, 10).
En 2 Tesalonicenses 2, San Pablo nos dice que los últimos días se caracterizarán por una gran apostasía, que será la peor de la historia; peor incluso que la ocurrida durante la crisis arriana del siglo IV, en la que apenas se podía encontrar un sacerdote auténticamente católico.
P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la predicación de San Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), quizás el número de obispos católicos en posesión de sus sedes, a diferencia de los obispos arrianos, no era mayor entre el 1% y el 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy todos seríamos negadores de Cristo y contrarios al Espíritu”[2].
P. William Jurgens: “En tiempos del emperador Valente (siglo IV), San Basilio fue prácticamente el único obispo ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis… Si ello no tuviere otra importancia para el hombre moderno, un conocimiento de la historia del arrianismo debería mostrarle, por lo menos, que la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número para determinar y conservar la doctrina: de otro modo, ya hubiéramos abandonado a Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos”[3].
San Gregorio de Niza (†380), Contra los arrianos: “¿Dónde están los que nos insultan por nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Esos que definen a la Iglesia por los números y desprecian al rebaño pequeño?”[4].
Si la crisis arriana ―sólo un preludio de la Gran Apostasía― fue tan extensa, ¿cuánto más extensa será la Gran Apostasía predicha por nuestro Señor y San Pablo?
Profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, superiores e inferiores, se pervertirán sobremanera. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que ella, finalmente, parecerá haberse extinguido, y la sucesión de Pedro y de los otros Apóstoles expirado. Pero después de esto, ella será exaltada victoriosamente a la vista de todos los incrédulos”[5].
San Pablo nos dice además que en esta apostasía un hombre se sentará en el templo de Dios y se “proclamará Dios a sí mismo”. Más adelante en este libro, demostramos que esto es exactamente lo que ha sucedido, un hombre ha tomado posesión de la Basílica de San Pedro proclamando que él y todos los demás son Dios.
El P. Herman Kramer fue un sacerdote católico que pasó treinta años estudiando y escribiendo un libro sobre el Apocalipsis. En su libro, él escribió lo siguiente acerca de la profecía de San Pablo con respecto al Anticristo sentado en el templo de Dios:
“San Pablo dice que el Anticristo ‘se sentará en el templo de Dios’… Este no es el antiguo templo de Jerusalén, ni un templo construido por el Anticristo, como algunos han creído, puesto que sería su templo… este templo tiene que ser de la Iglesia Católica, posiblemente una de las iglesias en Jerusalén o la de San Pedro en Roma, que es la iglesia más grande de todo el mundo y es, en su sentido pleno, ‘el templo de Dios’”[6].
Nótese que el P. Kramer dice que “el templo de Dios” se refiere probablemente a la Basílica de San Pedro en Roma.
Papa Pío XI, Quinguagesimo ante, #30, 23 de diciembre de 1929: “… tal fue la cantidad de personas que vinieron a la Basílica de San Pedro para la indulgencia del jubileo que, probable, Nos nunca habíamos visto el gran templo tan lleno de gente”[7].
La Enciclopedia Católica, en su artículo acerca del “Anticristo” nos dice que San Bernardo creía que el Anticristo sería un antipapa:
“… San Bernardo habla en el pasaje del antipapa [como la Bestia del Apocalipsis]”[8].
Bto. Joaquín († 1202): “Hacia el fin del mundo, el Anticristo derrocará al Papa y usurpará su sede”[9].
Pero créase o no que el Anticristo será un antipapa, lo que definitivamente ha sido profetizado es que las fuerzas del Anticristo gobernarán Roma en los últimos días. El 19 de septiembre de 1846, Nuestra Señora de la Salette profetizó que, como resultado de la apostasía de la única verdadera fe católica en los últimos días, Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.
Nuestra Señora de la Salette, 19 de septiembre de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”.
Esta alarmante profecía coincide con las profecías de la Sagrada Escritura (Apocalipsis 17 y 18), que nos dice que la ciudad de las siete colinas (Roma) se convertirá en una ramera (una falsa Esposa de Cristo), que va a cometer fornicaciones espirituales (idolatría) y se embriagará con la sangre de los santos (falso ecumenismo). La gran ramera profetizada en la Biblia no es la Iglesia Católica; es una falsa Iglesia Católica, una falsa esposa apóstata que llegará en los últimos días para engañar a los católicos y eclipsar a la verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a un remanente. En este libro presentamos abrumadora, e innegable, irrefutable evidencia, con bases doctrinales y hechos irreprochables, que la “Iglesia” nacida del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) en realidad no es la Iglesia Católica, sino más bien una falsa Iglesia masivamente fraudulenta que niega las enseñanzas fundamentales de la Iglesia Católica.
También demostramos que los hombres que impusieron esta nueva religión del Vaticano II y la Nueva Misa en realidad no son católicos, sino herejes manifiestos que predican una nueva religión.
De hecho, cualquier duda sobre la autenticidad del mensaje de nuestra Señora de La Salette es eliminada en este libro por un análisis cuidadoso de la evidencia. Entre otras cosas, este libro documenta que el Vaticano ahora enseña que los judíos son perfectamente libres de no creer en Jesucristo.
Esto puede ser alarmante para algunos, no obstante, es un hecho. Incluso sin que se consideren todas las otras apostasías que son cubiertas en este libro, este hecho prueba que las palabras de nuestra Señora se han hecho realidad: Roma (no la Iglesia Católica) ha perdido la fe (dando paso a una falsa secta no católica) y se ha convertido en la sede del Anticristo.
A fines de 2001, la Pontificia Comisión Bíblica publicó un libro titulado El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana. Este libro sostiene que la continua espera de los judíos por el Mesías sigue siendo válida y justificada por el Antiguo Testamento. “La espera mesiánica fue justificada en el Antiguo Testamento”, explicó el portavoz papal Joaquín Navarro-Valls, “y si el Antiguo Testamento mantiene su valor, entonces también mantiene eso como un valor. Se dice que usted no puede decir que todos los judíos están equivocados y nosotros tenemos la razón”. Cuando los periodistas le preguntaron si sus declaraciones podrían dar a entender que el Mesías, de hecho, no pudo haber venido, Navarro-Valls respondió, “Ello significa que sería un error para el católico esperar por el Mesías, pero no para un judío”. Por ende, esto significa que el Vaticano ahora sostiene que los judíos son perfectamente libres de rechazar a Cristo; esta es la enseñanza de los “Papas” del Vaticano II.
Roma ha perdido la fe y se ha convertido en la sede del Anticristo.
1 Juan 2, 22: “¿Quién es el mentiroso sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.
Pero, ¿cómo pudo esto ocurrir, y qué deben hacer los católicos al respecto? Este libro procura responder detalladamente ambas preguntas.
Notas:
[1] Claudia Carlen, The Papal Encyclicals [Las Encíclicas Papales], Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 3 (1903-1939), p. 6.
[2] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers [La Fe de los Padres primitivos], Collegeville, MN: The Liturgical Press, vol. 2, p. 39.
[3] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 3.
[4] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 33.
[5] Yves Dupont, Catholic Prophecy [Profecía Católica], Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.
[6] Fr. Herman Kramer, The Book of Destiny [El Libro del Destino], Tan Books, 1975, p. 321.
[7] The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 351.
[8] The Catholic Encyclopedia, vol., “Antichrist”, Robert Appleton Co. 1907, p. 561.
[9] Rev. Culleton, The Reign of Antichrist [El Reino del Anticristo], Tan Books, 1974, p. 130.
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El único Mesías es Jesucristo.