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El Padre Pío fue un sacerdote franciscano capuchino que llevó visiblemente en su cuerpo, por más de cincuenta años, las llagas de Jesucristo. El Padre Pío fue también un vidente, que leía los secretos de la mente, un profeta, un taumaturgo, confesor, místico, asceta, y misionero a escala mundial[1]. Cientos de libros y artículos se han escrito sobre el Padre Pío. Extensos artículos sobre él aparecieron en muchas revistas, incluyendo Newsweek, Times, y The New York Times Magazine[2].
El significado de recibir los estigmas
Tener los estigmas significa llevar en el cuerpo “marcas semejantes a las heridas del cuerpo crucificado de Cristo”[3]. En la historia de la Iglesia se han reconocido sólo unos sesenta casos de estigmas[4].
El Padre Pío fue el primer sacerdote en la historia de la Iglesia católica que recibió los estigmas visibles, los cuales tuvo de forma visible por más de cincuenta años. La pérdida de sangre durante esos años fue tan grande que, según la ciencia médica, él no habría podido sobrevivir por mucho tiempo – mucho menos durante cincuenta años[5].
De hecho, el Padre Pío recibió los estigmas invisiblemente el 14 de agosto de 1910[6]. El Padre Pío rezaba para que sus estigmas permanecieran invisibles y ocultos ante los ojos de los hombres[7]. Pero el 20 de septiembre de 1918, mientras hacia su acción de gracias después de una Misa, recibió los estigmas visibles. Su director espiritual le ordenó que contara todo lo que le había ocurrido en aquel día. El Padre Pío así describió el hecho:
“… vi a un visitante misterioso delante de mi… [cuyos] pies y costado sangraban. La visión me espantó… Luego, la visión del visitante desapareció, y vi que mis manos, pies y costado estaban traspasados y sangraban. Se puede imaginar el dolor que sentí en ese momento y que sigo experimentando casi todos los días continuamente[8]. La herida del corazón sangra continuamente, especialmente desde el anochecer del jueves hasta el sábado. Querido Padre, me estoy muriendo de dolor a causa de la herida y del bochorno resultante… Levantaré mi voz y nunca dejaré de implorarle [a Dios] hasta que, en su misericordia, me quite ―no tanto las heridas o el dolor, cosa que es imposible porque deseo embriagarme de dolor― estas señales externas que me causan gran vergüenza y una humillación insoportable”[9].
Sus estigmas eran heridas muy profundas que penetraban el centro de sus manos y pies y el costado izquierdo de su cuerpo. Sus manos y pies estaban totalmente perforados, incluso se podía ver la luz que atravesaba la membrana que cubría sus heridas. Llevaba guantes en sus manos (excepto durante la Misa), y calcetines en los pies[10]. En el transcurso de los años, miles de personas vieron las heridas del Padre Pío expuestas durante sus Misas[11]. La venda que estaba ubicada en su costado izquierdo se empapaba con sangre que fluía durante la noche, y tenía que ser remplazada al día siguiente. Sus estigmas fueron examinados en varias ocasiones por los doctores. La conclusión imparcial a la que llegaban era que sus heridas no tenían explicación. Sin el permiso inmediato de sus priores, nadie podía ver sus heridas[12].
El Dr. Bignami examinó las heridas poco después de que las había recibido el Padre Pío. Él explicó: “… no entiendo cómo estas heridas han persistido hasta ahora por casi un año sin mejorar o empeorar”[13].
Otro hecho que corroboró la conclusión de los médicos de que la presencia de los estigmas era inexplicable y milagrosa, fueron las cirugías de una hernia y un quiste a las que fue sometido. Estas afecciones se curaron normalmente, pero su estigma no curaba debidamente[14]. Increíblemente, las heridas de las manos del Padre Pío a menudo estaban al descubierto, pero permanecían completamente libres de infección. De la herida de su costado, que estaba siempre cubierta por un paño de lino, perdía cerca de una taza llena de sangre todos los días[15].
Otro médico, el Dr. Sanguinetti, le dijo a un amigo: “Si usted o yo sufriéramos una décima parte del dolor que sufre el Padre Pío por causa de sus heridas, ya estaríamos muertos”[16].
Una vez se le preguntó al Padre Pío por qué su herida del costado era un poco diferente del lugar donde se encontraba la herida de nuestro Señor. Él respondió: “Sería demasiado si fuera exactamente igual a la del Señor”[17]. Además de los estigmas, el Padre Pío sufrió la corona de espinas y la flagelación casi una vez a la semana[18].
La sangre que salía del estigma del Padre Pío a veces emanaba una fragancia agradable “como una mezcla de violetas y rosas”. Un médico añadió: “Hay que considerar que de todas las partes del organismo humano, la sangre es la que más rápido se descompone. En cualquier caso, la sangre nunca da un olor agradable”[19].
Esta milagrosa fragancia agradable también se olía en las cosas que pertenecían al Padre Pío y en algunas cosas que tocaba. Algunos devotos del Padre Pío han olido una fragancia agradable, rosas, flores silvestres o un olor de humo de cigarro de puro. Ellos creen que esto les indicaba su presencia, una advertencia o un mensaje de algún tipo.
En los archivos del Monasterio de Nuestra Señora de la Gracia, hay varios volúmenes de testimonios de más de mil personas distintas que estuvieron diagnosticadas como irremediablemente enfermas por los médicos, pero que, por la intercesión de Padre Pío, fueron sanadas de sus enfermedades incurables y de los efectos de las lesiones invalidantes[20]. El Padre Pío también causó la conversión de numerosos no creyentes, ateos y agnósticos – y entre personas que decían ser católicas, pero que habían dejado la práctica de la fe[21].
La niñez de Padre Pío
La madre del Padre Pío dio a luz ocho hijos, tres de los cuales murieron a una edad muy temprana[22]. El Padre Pío nació el 25 de mayo de 1887, su nombre era Francesco Forgione, y fue bautizado al día siguiente[23]. A los cinco años de edad, Francesco era extremadamente sensible acerca de las cosas de Dios. A esa edad comenzó a tener visiones de cosas santas como también de cosas muy malas. Esas visiones horriblemente malvadas le daban miedo y le hacían llorar[24]. A Francesco (el Padre Pío) no le gustaba salir de casa y jugar con los otros niños de su edad porque, como él decía, “ellos no son honestos; usan malas palabras, y dicen groserías”[25].
Francesco era un niño contemplativo y dócil. A los cinco años de edad, dijo que ya le había prometido fidelidad a San Francisco de Asís; a los nueve años, su madre lo descubrió intentando dormir sobre el piso duro y frío, con una piedra como almohada[26]. De niño, ya se había vuelto costumbre natural de Francesco controlar sus ojos con modestia cuando estaba cerca de las niñas, manteniendo la cabeza algo inclinada, con una actitud muy reservada, y evitando el trato demasiado familiar con ellas[27]. Todas las noches, la familia del Padre Pío rezaba unida el rosario. Había un lugar especial en su hogar destinado para el rosario. Se podían sacrificar otras cosas del hogar, pero jamás el rosario[28].
Una vez cuando joven, vio a una niña que trabajaba duro con su aguja cosiendo una banda en un vestido. Le dijo: “Andrianella, hoy no se trabaja. Es domingo”. Mostrando su irritación, la niña contestó: “Mira niñito que eres muy chico para hablar de esa manera”. Francesco la dejó, y después regresó con una tijera. Entonces él agarró la banda en la que ella estaba trabajando y la cortó en pedazos[29].
Cuando Francesco Forgione (el Padre Pío) tenía catorce años (1901), fue enviado a trabajar en un programa de la escuela secundaria bajo el director Angelo Caccavo. En 1902, Caccavo le asignó a Francesco la tarea de escribir un artículo con el título “Si yo fuera rey”. Esto fue lo que escribió Francesco Forgione de quince años de edad:
“[Si yo fuera rey] Lucharía, primero, contra el divorcio, que tantos hombres malvados desean, y haría que las personas respeten lo más posible el sacramento del matrimonio. ¿Qué le paso a Juliano el Apóstata, que era valiente, sereno, y estudioso, pero que cometió el gran error de renegar del cristianismo en el que fue educado, porque él decidió revivir el paganismo? Su vida fue en vano porque no logró nada más que recibir el nombre despreciable de apóstata”[30].
El 6 de enero de 1903, el Padre Pío entró a la vida religiosa como monje capuchino[31]. La salud del Padre Pío era tan mala que su profesor de teología le dijo: “Tu salud no se encuentra bien, así que no puedes ser un predicador. Mi esperanza es que seas un gran y concienzudo confesor”[32].
Esta declaración fue profética, puesto que se cumplió de manera increíble. El Padre Pío fue ordenado sacerdote de la Iglesia católica el 10 de agosto de 1910[33].
Con el tiempo agregaremos más secciones de nuestro libro. He aquí algunos temas sobre la vida del Padre Pío:
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Confesiones con el Padre Pío
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El Padre Pío sobre las modas modernas
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El Padre Pío sobre los pecados de impureza
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La influencia del Padre Pío en las personas
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El Padre Pío restaura la vista a los ciegos
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¡Una niña sin pupilas puede ver!
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Historias personales sobre el Padre Pío
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La bilocación del Padre Pío
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El Padre Pío visto en el aire
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El Padre Pío y de su trato con los ángeles
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El Padre Pío sobre el diablo
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Las increíbles torturas que los demonios infligieron al Padre Pío
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Los sufrimientos del Padre Pío
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El Padre Pío quiso ser misionero
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La comida y el dormir del Padre Pio
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La oración y el Padre Pío
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El Padre Pío sobre la Santísima Virgen y el Rosario
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El Padre Pío sobre el Rosario como arma
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Algunas otras visiones dadas al Padre Pío
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El Padre Pío y el purgatorio
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El Padre Pío y el cielo
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El Padre Pío no lo sabía todo
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El Padre Pío sobre la Iglesia, su orden, la justicia de Dios, el mundo, y las almas que se condenan al infierno
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El Padre Pío habla de la necesidad de la fe católica, de la necesidad de las obras con la fe, y de las otras religiones y sectas
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Sobre la lectura espiritual
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De las personas que buscan lo extraordinario
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El Padre Pío sobre cómo llegar al cielo y de los pocos que se salvan
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El Padre Pío sobre la fe
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El Padre Pío dice que agrademos únicamente a Dios
En una carta del 3 de diciembre de 1916: “Deben tratar de agradar únicamente a Dios, y si Él está contento, todos estarán contentos”
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El Padre Pío sobre el mundo
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El Padre Pío y el orgullo
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El Padre Pío sobre la Misa
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El Padre Pío sobre la recepción de la comunión
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Devociones especiales del Padre Pío
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El Padre Pío sobre el matrimonio
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El Fin de la vida del Padre Pío
Notas:
[1] John McCaffery, Blessed Padre Pio [Beato Padre Pío], Roman Catholic Books, Fort Collins, CO. p. 24.
[2] Padre Pio, The Wonder Worker [Padre Pio, obrador de maravillas], Our Lady’s Chapel, New Bedford, MA. p. 1.
[3] The Oxford Illustrated Dictionary [Diccionario ilustrado de Oxford], segunda edición inglesa, Clarendon Press, Oxford, Inglaterra. p. 832.
[4] John McCaffery, Blessed Padre Pio, p. 130.
[5] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 27.
[6] Augustine McGregor, Padre Pio, His Early Years [Padre Pío, sus primeros años], National Centre for Padre Pio, Barto, PA, p. 17.
[7] Gennaro Preziuso, The Life of Padre Pio [La Vida del Padre Pío], Society of St. Pauls, Staten Island, NY. p. 67.
[8] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 25.
[9] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 109.
[10] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 26.
[11] C. Bernard Ruffin, Padre Pio: The True Story [Padre Pío: La Verdadera Historia], Our Sunday Visitor, Huntington, IN. p. 160.
[12] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 26.
[13] Dorothy Gaudiose, Prophet of the People [El Profeta del Pueblo], Alba House, NY, NY. p. 67.
[14] P. John A. Schug, Padre Pio, National Centre for Padre Pio, Barto, PA. p. 88.
[15] Radio Replies Press, Inc., Who is Padre Pio [Quién es el Padre Pío], TAN Books, Rockford, IL. p. 9.
[16] Dorothy Gaudiose, Prophet of the People, p. 143.
[17] Dorothy Gaudiose, Prophet of the People, p. 63.
[18] P. Alessio Parente, Send Me Your Guardian Angel [Envíame Tu Ángel Custodio], National Centre for Padre Pio, Barto, PA, p. 14.
[19] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 29.
[20] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 3.
[21] Bert Ghezzi, Mystics & Miracles [Místicos y Milagros], Loyola Press, Chicago, IL. p. 79.
[22] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 7.
[23] P. Stefano Manelli, Padre Pio of Pietrelcina [Padre Pío de Pietrelcina], Franciscans of the Immaculate, New Bedford, MA., p. 7.
[24] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 9.
[25] Gennaro Preziuso, The Life of Padre Pio, p. 10.
[26] Clarice Bruno, Roads to Padre Pio [Caminos al Padre Pio], séptima edición, Barto, PA. p. 12.
[27] P. Stefano Manelli, Padre Pio of Pietrelcina, p. 29.
[28] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 8.
[29] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 9.
[30] Renzo Allegri, Padre Pio Man of Hope [Padre Pío, un Hombre de Esperanza], Servant Pub., Ann Arbor, MI. pp. 18-19.
[31] C. Bernard Ruffin, Padre Pio: The True Story, p. 42.
[32] Padre Pio, The Wonder Worker, p. 17.
[33] C. Bernard Ruffin, Padre Pio: The True Story, p. 73.
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