Al tratar de este fundamental dogma de la fe, siento que es importante decir algo a quienes de vosotros creen en el bautismo de deseo, a fin de resumir algunos puntos.
En primer lugar, cuando los hechos están puestos sobre la mesa, debéis admitir que el bautismo de deseo nunca ha sido enseñado infaliblemente. Las únicas dos citas del magisterio infalible que aún intentáis presentar (la sesión 6, cap. 4 de Trento y la sesión 7, can. 4 de Trento) no están a favor de la teoría del bautismo de deseo, como he demostrado en este libro. Y esto os deja sin nada. De hecho, vuestra “mejor” pieza de evidencia (la sesión 6, cap. 4) en realidad contradice la teoría del bautismo de deseo, al definir que Juan 3, 5 debe ser entendido según está escrito.
Sin embargo, a pesar de este hecho, muchos de vosotros (de hecho, la mayoría de vosotros sacerdotes “tradicionalistas”) siguen afirmando que el bautismo de deseo es algo que todo católico debe creer. Muchos de vosotros incluso negáis los sacramentos a quienes no lo aceptan. Ahora que sabéis que no podéis probar que el bautismo de deseo es un dogma, debéis dejar de hacer esta afirmación falsa. Debéis dejar de condenar la comprensión de la Iglesia de que Juan 3, 5 debe entenderse según está escrito, y que hay un solo bautismo de agua, o sin duda iréis al infierno.
Y los que siguen haciendo declaraciones o publicando libros o folletos sobre el bautismo de deseo, diciendo obstinadamente que los hombres se pueden salvar sin el sacramento del bautismo, están heréticamente contradiciendo el dogma y pueden sentir el peso del anatema del canon 5.
Papa Paulo III, Concilio de Trento, sesión 7, can. 5 sobre el sacramento del bautismo, ex cathedra: “Si alguno dijere que el bautismo [el sacramento] es libre, es decir, no necesario para la salvación (Juan 3, 5), sea anatema”[1].
En segundo lugar, casi todos vosotros que creéis en el bautismo de deseo sostenéis que él se aplica a aquellos que no conocen de Cristo, la Trinidad o la Iglesia católica. La mayoría de vosotros admitís fácilmente que este “bautismo de deseo” salva a miembros de religiones no católicas, incluyendo a los protestantes. Esto es completamente herético y es un pecado mortal continuar sosteniéndolo o predicándolo.
Esta versión pervertida del bautismo de deseo nunca fue sostenida por ningún santo, por lo que no podéis citar a los santos que enseñaban que los miembros de religiones no católicas se pueden salvar o que el bautismo de deseo se aplica a los que no saben de Cristo ni de la Trinidad. Esta versión pervertida del bautismo de deseo es totalmente herética y fue una invención de los herejes liberales de los siglos XIX y XX. Ella ha sido perpetuada por los catecismos heréticos y el Protocolo 122/49, como se ha demostrado en este libro.
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 8, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “El que quiera salvarse debe, ante todo, mantener la fe católica; por lo cual es indudable que perecerán eternamente los que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha”[2].
Por último, me dirijo a todos los que creen en el bautismo de deseo, tanto a los de la versión mantenida por los santos y a los de la versión inventada por los modernistas. La enseñanza del Papa San León Magno, el Concilio de Florencia, los cánones sobre el sacramento del bautismo, y la comprensión de la Iglesia de Juan 3, 5, prueban que la teoría del bautismo de deseo es contraria al dogma católico y no puede ser enseñada bajo ninguna forma. Ya que la obstinación es la clave de la herejía, no hay duda que la creencia en la versión de los santos del bautismo de deseo (solo para los catecúmenos) ha sido sostenida de buena fe por muchos de vosotros, además de muchos otros clérigos y laicos en toda la historia, como lo hemos abordado en la sección 17. Pero cuando los hechos han demostrado ser claros e innegables, como son, por lo que puede ser demostrado sin lugar a dudas que la teoría del bautismo de deseo está en contradicción con el dogma católico, no se puede seguir sosteniéndola y enseñándola de buena fe.
Papa San León Magno, carta dogmática a Flaviano, Concilio de Calcedonia, 451: “Deja que preste atención a lo que el bienaventurado apóstol Pedro predica, que la santificación por el Espíritu es efectuada por la aspersión de la sangre de Cristo (1 Pedro 1,2) (…) Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre: no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio: porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno (1 Jn. 5, 4-8). EN OTRAS PALABRAS, EL ESPÍRITU DE SANTIFICACIÓN Y LA SANGRE DE REDENCIÓN Y EL AGUA DEL BAUTISMO. ESTOS TRES SON UNO Y PERMANECEN INDIVISIBLE. NINGUNO DE ELLOS ES SEPARABLE DE SU RELACIÓN CON LOS OTROS”[3].
Como ya se ha dicho, esta es la famosa carta dogmática de San León Magno a Flaviano que fue aceptada por el Concilio dogmático de Calcedonia, y recibida por los padres de este gran concilio con la famosa exclamación: “Esta es la fe de los Padres, la fe de los Apóstoles; Pedro ha hablado por la boca de León”. Ella enseña que la justificación del pecado (el Espíritu de santificación) es inseparable del bautismo de agua. Pero, aferrarse al “bautismo de deseo” es sostener lo opuesto: que la santificación es separable del agua del bautismo. Sostener el bautismo de deseo, por lo tanto, es contradecir el pronunciamiento dogmático del Papa San León Magno. Y los que obstinadamente contradicen el pronunciamiento de León, incluso en lo que respecta a una sola tilde, se convertirán en herejes anatematizados.
Papa San Gelasio, Decreto, 495: “Igualmente la carta (dogmática) del bienaventurado Papa León a Flaviano (…) si alguno disputare de su texto sobre una sola tilde, y no la recibiere en todo con veneración, sea anatema”[4].
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Exultate Deo”, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, ‘si no renacemos por el agua y el Espíritu’, como dice la Verdad, ‘no podemos entrar en el reino de los cielos’ (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural”[5].
En este libro se han presentado los siguientes doce argumentos de la enseñanza infalible de la Cátedra de San Pedro (además de otros). Cada uno de los siguientes puntos es una verdad de fe divinamente revelada (un dogma), no una opinión falible de algún teólogo. Estos puntos refutan la idea del bautismo de deseo. Y ningún defensor del bautismo de deseo puede contradecir a alguno de ellos.
- La Iglesia católica enseña que el sacramento del bautismo es necesario para la salvación (de fide, Trento, sesión 7, can. 5).
- Quien no renaciere por el agua y el Espíritu no podrá entrar en el reino de los cielos (de fide, Florencia, Exultate Deo).
- La Iglesia siempre ha entendido literalmente a Juan 3, 5, según está escrito (de fide, Trento, sesión 6, cap. 4) y sin excepciones (de fide, Florencia: Denz. 696; y Trento: Denz. 791, 858, 861).
- El Espíritu de santificación, el agua del bautismo y la sangre de redención son inseparables (de fide, Papa San León Magno).
- Todos los católicos deben profesar un solo bautismo de agua (de fide, Clemente V, Concilio de Vienne).
- Absolutamente no hay salvación fuera de la única Iglesia de los fieles (de fide, Inocencio III, Cuarto Concilio de Letrán), que solo incluye a los bautizados en agua.
- Toda criatura humana debe someterse al Romano Pontífice para salvarse (de fide, Bonifacio VIII, Unam sanctam), y es imposible someterse al Romano Pontífice sin el sacramento del bautismo (de fide, Trento, sesión 14, cap. 2).
- Hay que pertenecer al cuerpo de la Iglesia para salvarse (de fide, Eugenio IV y Pío XI), y solo los bautizados en agua pertenecen al cuerpo de la Iglesia.
- El Papa Benedicto XII definió solemnemente que todos los mártires, vírgenes, confesores, fieles, etc., en el cielo han sido bautizados (Benedictus Deus, 1336, ex cathedra).
- La Iglesia se define como una unión de sacramentos (de fide, Eugenio IV, Cantate Domino; Bonifacio VIII, Unam sanctam), lo que significa que solo aquellos que han recibido el sacramento del bautismo pueden estar dentro de la unidad de la Iglesia.
- Toda verdadera justificación se encuentra con los sacramentos (de fide, Trento, sesión 7, Prólogo al decreto sobre los sacramentos).
- Los sacramentos como tales son necesarios para la salvación, aunque no todos son necesarios para cada individuo (de fide, Profesiones de fe de Trento y del Vaticano I; y Profesión de fe para los conversos), lo que significa que al menos se debe recibir un sacramento (el bautismo) para ser salvo, pero no es necesario recibirlos todos.
Notas:
[1] Denzinger 861; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 2, p. 685.
[2] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, pp. 550‐553; Denzinger 39‐40.
[3] Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 81.
[4] Denzinger 165.
[5] Denzinger 696; Decrees of the Ecumenical Councils, vol. 1, p. 542.
Gracias por la refutación de esta herejía.