Información acerca de nuestra comunidad Benedictina - Monasterio de la Sagrada Familia

El fundador de nuestra comunidad benedictina, el Monasterio de la Sagrada Familia, cuyo nombre en inglés es Most Holy Family Monastery:

Hermano José Natale O.S.B.

El Hermano José Natale se formó en la archi-abadía benedictina de San Vicente, por su nombre inglés St. Vicent’s Benedictine Arch-abbey, en Latrobe, Pennsylvania. El monasterio de San Vicente era el más grande de los Estados Unidos. En los años 1960s, el entonces abad Dennis Strittmatter le concedió permiso al Hno. José para comenzar su propia comunidad benedictina. Poco después de su salida del Monasterio de San Vicente, el Hno. José inició su comunidad benedictina al sur de Nueva Jersey. Él nunca permitió que se celebrara la Nueva Misa en su monasterio, sino autorizando solamente la Misa tradicional del rito romano. También imprimió, distribuyó y vendió numerosos libros, folletos y cintas de audio que defendían la fe católica y educaban a los católicos de las verdaderas enseñanzas del catolicismo. En 1994, la comunidad recibió como donación un pedazo de terreno en la zona rural de Nueva York. En muchas ocasiones el Hno. José escribió y declaró que iba a trasladar la comunidad a Nueva York. Sin embargo, no pudo cumplir este deseo debido a que murió el 11 de noviembre de 1995. Tras la muerte del Hno. José, fue elegido superior de la comunidad el Hno. Miguel Dimond, O.S.B. El Hno. Miguel comenzó de inmediato en cumplir el deseo del Hno. José de trasladar la comunidad a Nueva York. A finales de 1997, el Monasterio de la Sagrada Familia finalizó su traslado junto con sus posesiones a Nueva York.

Hno. Miguel Dimond O.S.B.

El Hno. Miguel Dimond fue criado en una familia que no profesaba ninguna religión y se convirtió al catolicismo a la edad de 15 años. Él entró al Monasterio de la Sagrada Familia en 1992 a la edad de 19 años, poco después de haberse graduado de la secundaria. Su padre se graduó en la Universidad de Princeton en Nueva Jersey y su madre en la Universidad de Stanford en California. El Hermano Miguel Dimond fue elegido superior del Monasterio de la Sagrada Familia a finales de 1995. Hizo profesión de votos perpetuos ante un sacerdote válidamente ordenado.

Acerca de las comunidades benedictinas

La siguiente información está tomada de los artículos “San Benito” y “Benedictino” en la Enciclopedia Católica de 1907:

En una comunidad benedictina se vive bajo la Regla de San Benito. En la orden benedictina no hay un superior general o común que presida o ejerza gobierno sobre todas las comunidades. El único que sustenta esa autoridad es el Papa. La orden consiste, por decirlo así, de lo que son prácticamente un número de comunidades, llamadas “congregaciones”, y cada una goza de autonomía propia; unidas todas, no por obedecer a un superior general, sino porque están unidas por el lazo espiritual de la profesión a la misma Regla, que puede ser modificada según las circunstancias de cada comunidad o congregación particular[1].

“Según la idea de San Benito, cada monasterio benedictino constituye una familia separada, independiente y autónoma, cuyos miembros eligen a su propio superior”[2]. Cada monasterio benedictino es único tanto en cuanto que ellos asumen todo tipo de trabajo que sea necesario para el bienestar de su comunidad y de la Iglesia. “Así durante la vida de San Benito nos encontramos con lo que siempre ha sido una característica de las comunidades benedictinas, es decir, los miembros asumen cualquier tipo de trabajo que luego es adaptado a sus circunstancias particulares, todo tipo de trabajo que pueda ser dictado por sus necesidades. Por eso encontramos benedictinos enseñando en las escuelas pobres y en universidades, entrenándose en las artes y desarrollando la agricultura, cuidando las almas, o entregándose devota y totalmente al estudio”[3].

“Las horas ordenadas por la Regla en ser devotos a la lectura cotidiana y estudio constante, les han regalado al mundo muchos eruditos y escritores, tanto así, que el término ‘enseñanza benedictina’ ha sido, por muchos siglos, un prototipo indicativo de la enseñanza e investigación laboriosa fomentadas en el claustro benedictino. Las regulaciones respecto a la recepción y educación de los niños, por otra parte, fueron el germen del cual surgieron un gran número de escuelas monásticas y universidades famosas que florecieron en la Edad Media”[4]. El trabajo de la educación y el cultivo de la literatura han sido siempre considerados como pertenecientes al derecho de los benedictinos[5].

Además de ser los principales centros educativos durante la Edad Media, los monasterios fueron, por otra parte, los talleres en donde fueron recogidos, conservados, y multiplicados aquellos preciosos manuscritos. El mundo le debe a los transcriptores monásticos la conservación de la mayor parte de la literatura antigua, no sólo las Sagradas Escrituras y los escritos de los Padres, sino también la preservación de los autores clásicos[6].

Constitución primitiva de la Orden de San Benito

Durante los primeros cuatro o cinco siglos después de la muerte de San Benito no existía ningún vínculo orgánico de unión entre los diversos monasterios que no haya sido la propia Regla y la obediencia a la Santa Sede. Según San Benito, cada monasterio benedictino constituía una familia independiente[7], cuyos miembros eligen a su propio superior[8]. Cada monasterio debía ser autónomo y auto-gobernante, encargado de sus propios asuntos, sin estar sujetos a ninguna autoridad externa, excepto la del obispo diocesano local, cuya función de control, sin embargo, estaba limitada a ciertas condiciones específicas[9].

Tan íntima es la relación con la vida doméstica –el marco general y la enseñanza de la Regla benedictina– que en realidad se puede decir que un benedictino entra o se une a un hogar particular, en vez de a una orden. El ideal benedictino de pobreza es muy diferente de los franciscanos. El benedictino no tiene voto explícito de la pobreza, sino sólo el voto de la obediencia a la Regla. La Regla permite todo lo que sea necesario para cada individuo, además de ropa suficiente y variada, abundante comida (excepto carne de animales de cuatro patas), y dormir suficiente. Las posesiones se pueden tener en común, las que podrán ser grandes, pero son administradas para el avance de la obra de la comunidad y en beneficio de los demás. Si bien que cada monje es pobre, el monasterio benedictino está en condiciones de dar limosna, no verse obligado a buscarla. Se trata de socorrer a los pobres, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, enterrar a los muertos, ayudar a los afligidos, dar hospedaje a todos los extranjeros. Los pobres iban donde San Benito para obtener ayuda para pagar sus deudas, iban a buscar comida[10]. Los abades iban a ver a San Benito y pedirle consejo. Hombres de todas las clases eran visitantes frecuentes, y él sumaba nobles y obispos entre sus amigos íntimos. Había monjas en las cercanías a las que los monjes iban a predicarles y enseñarles. Había una aldea cercana en la que San Benito predicó e hizo muchos conversos[11].

En el valle de Subiaco, Italia, San Benito construyó 12 monasterios benedictinos. En los monasterios benedictinos de Subiaco, Italia, no encontramos ni solitarios, ni ermitaños, ni conventuales, ni grandes austeridades, sino hombres que viven juntos en comunidades benedictinas organizadas con el propósito de llevar una vida buena, haciendo trabajo manual –llevando agua hasta la empinada ladera de la montaña, haciendo los quehaceres domésticos, mejorando los doce claustros, limpiando el terreno, haciendo jardines, enseñando a los niños, predicando a la gente del campo, leyendo y estudiando a lo menos cuatro horas al día, recibiendo extraños, aceptando y formando nuevos recién llegados, asistiendo a las horas regulares de oración, recitando y cantando los 150 salmos[12].

Respecto a los miembros de las comunidades benedictinas

En 1907, la Enciclopedia Católica señala que, “en la actualidad apenas hay una congregación, benedictina o de otro tipo, que no tengan sus hermanos laicos, e incluso entre las numerosas órdenes de monjas se observa una distinción similar, ya sea entre las monjas que están obligadas al coro y las que no son de claustro. El hábito que llevan los hermanos laicos es, por lo general, una modificación de la que llevan los monjes del coro, que a veces difieren en color como también en su forma, y los votos de los hermanos laicos, en la mayoría de las congregaciones, son simples, o renovables periódicamente, en contraste con los votos solemnes de la vida tomada por el coro de religiosos”[13].

Nuestra comunidad

Como se desprende de nuestro sitio web, nuestra comunidad está comprometida profundamente en educar a las personas sobre lo que deben saber y hacer con el fin de salvar sus almas, que es la obra de caridad más importante en la que alguien pueda participar. “Sin la fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11, 6). Y sin la fe católica es imposible salvarse. Por lo tanto, nuestro trabajo como monjes católicos benedictinos –especialmente durante este tiempo de la gran apostasía– está necesariamente comprometido en educar a los católicos acerca de los verdaderos dogmas de la Iglesia y condenar a las herejías que están tan extendidas hoy día. Nuestra obra también está intensamente comprometida en desenmascarar a la falsa Iglesia “católica” de la secta del Vaticano II, que está engañando a millones de aquellos que profesan ser católicos. Esta falsa secta del Vaticano II –con sus antipapas– es el enemigo principal de Jesucristo en la actualidad. Es la más peligrosa para la salvación de las almas porque pretende ser la Iglesia católica cuando no lo es. Por eso dedicamos muchísimo esfuerzo en desenmascararla.

También trabajamos y oramos por la salvación de todos los no católicos, produciendo y distribuyendo información en cantidades masivas con el fin de convertirlos a la única verdadera fe, fuera de la cual nadie puede salvarse. Es nuestra obra apostólica o “apostolado”, hemos distribuido más de un millón de copias de nuestros videos, audios, DVDs y libros. El material que hemos distribuido –y seguimos difundiendo– cubre una amplia variedad de temas que son de gran importancia, incluyendo (por nombrar unos tantos): la necesidad de la oración, la eternidad y los dolores del infierno, lo poco que dura la vida, historias y testimonios de conversiones milagrosas, la autenticidad de la Sagrada Escritura, la especial creación de la tierra, la refutación de la teoría de la evolución, los milagros y maravillas de los santos católicos, la importancia del mensaje de Fátima, la autenticidad del Sudario de Turín (o Sábana Santa), el complot de los comunistas y los masones contra la Iglesia católica, los males de la música rock, la falsa e inválida Nueva Misa, el falso Concilio Vaticano II, los falsos antipapas del Vaticano II, el dogma fuera de la Iglesia no hay salvación, y muchos otros temas.

También hemos hablado personalmente con miles de personas con respecto a la verdadera fe católica y la obligación que hay de profesarla.

Nuestro monasterio se dedica primero que nada a Jesucristo, nuestro Salvador, y a la adoración de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo, e Espíritu Santo) –el único Dios verdadero– y la profesión de la fe católica íntegra e inmaculada. En segundo lugar, nuestro monasterio se dedica profundamente a la promoción del Santo Rosario como la principal devoción privada católica. Así como sin la fe es imposible agradar a Dios, de igual manera es cierto que si no se tiene una sólida vida de oración es imposible salvarse. Promovemos especialmente el Santo Rosario de 15 misterios (o décadas), que los monjes rezan cada día. Creemos que el Rosario de 15 misterios es la clave para la salvación de muchas almas y exhortamos a todos que traten de rezarlo y promoverlo a los demás. Los monjes han sido testigos de la increíble transformación de las vidas de muchas personas, todo gracias al Rosario de 15 misterios. El poder del Santo Rosario realmente es maravilloso, y Dios nos ha revelado que Él ha conferido una mayor eficacia al Santo Rosario en estos días oscuros que vivimos. San Luis de Montfort recomienda que se rece una serie de misterios en tres tiempos diferentes del día, como manera eficaz para rezar a diario el Rosario completo. Creemos que la salvación de millones de almas depende de la práctica de la verdadera devoción a la Madre de Dios y el fundamento necesario de una profesión pura de la verdadera fe católica.

Además de lo anterior, nuestro monasterio practica la devoción a los santos (y anima a los demás que hagan lo mismo), no sólo por la extraordinaria devoción que le tenían a Dios al leer sus vidas, sino también rezándoles para que intercedan por nosotros ante Dios. Hemos colocado en nuestro sitio web algunas oraciones a los santos que recomendamos (y planeamos en añadir más). En el Monasterio de la Sagrada Familia le rezamos a San Benito Abad (nuestro fundador) por lo menos una oración al día, a Santa Teresa de Lisieux, a San Miguel Arcángel, a Jacinta la pastorcita de Fátima, a San José, y a San Judas Tadeo.

Las promesas dadas a San Benito respecto del destino de su orden benedictina y de sus amigos y enemigos son las siguientes:

1. Su orden existirá hasta el fin del mundo.
2. En el fin del mundo, en la batalla final, su orden prestará un gran servicio a la santa Iglesia y confirmará a muchos en la fe.
3. Nadie morirá en la Orden sin que su salvación no esté asegurada. Y si un monje comienza a llevar una mala vida y no se enmienda, caerá en desgracia, o será expulsado de la Orden, o se irá por su propia cuenta.
4. Todos aquel que persiga a su orden y no se arrepiente verá sus días acortados o se encontrará con un fin desafortunado.
5. Sin embargo, todos los que amen su orden obtendrán una muerte feliz[14].

*Nota: La tercera promesa obviamente no se aplica a los “benedictinos” de la secta del Novus Ordo/Vaticano II, que así dicen llamarse pero no lo son. De la misma manera, no se aplica tampoco a ningún grupo herético que reclame ser una comunidad benedictina.

Notas: [1]The Catholic Encyclopedia, edición inglesa, Nueva York: Robert Appleton Company, 1907, vol. 2, p. 443 [2]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 458. [3]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 471. [4]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 440. [5]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 456. [6]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 457. [7]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 444. [8]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 458. [9]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 444. [10]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 469. [11]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 471. [12]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 470. [13]The Catholic Encyclopedia, vol. 2, p. 453. [14]The Life of St. Benedict [La Vida de San Benito Abad], de San Gregorio Magno, edición inglesa, Rockford, IL: TAN Books, 1995, p. 57; también se encuentra en Arnoldus Visiones: Lignum Vitae, Roma, 1595.