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La increíble conquista de Hernán Cortés del imperio azteca
Continuando con el relato respecto a Nuestra Señora de Guadalupe y la caída del imperio azteca en México, quiero en este video enfocarme de nuevo principalmente en los acontecimientos que precedieron a la aparición de la Virgen en 1531. En particular me refiero a la increíble travesía de Cortés y sus conquistadores y lo que aconteció antes y después de la derrota del imperio azteca. En la última parte, hablé algo de cuán malvada era la cultura azteca, o sea, el sacrificio de las vidas humanas. Hablaré unos cuantos detalles más en esta segunda parte.
Pero, primero, me gustaría comentar lo asombroso que fue el hecho de que Cortés y sus hombres, siendo ellos unos 508 al principio – como nos dice Richard Lee Marks en su libro “Cortés”, página 41– , derrocaron al imperio azteca que abarcaba una población de 15 millones. Cuando se piensa únicamente en este hecho, ¡es un milagro! Si bien es cierto que Cortés y sus hombres avanzaban en aquellas zonas a medida que se aproximaban a México y ganaban a muchos indios como aliados, que fueron indispensables en lo que ocurrió más tarde. No obstante, la verdad es que fueron 508 los hombres que desembarcaron en el Nuevo Mundo y que finalmente derrocaron a este imperio de 15 millones. Creemos que esto fue un signo evidente de cómo la Divina Providencia asistió a este ejército católico de Cortés, si bien debe concederse que no todos del ejército eran del más alto carácter moral.
Hablando en la última parte de lo horripilante de los ritos religiosos diabólicos de los aztecas, mencioné qué tan frecuente sacrificaban vidas humanas a sus falsos dioses y de qué manera lo hacían, o sea, cómo pateaban y lanzaban los cuerpos desde arriba de los escalones del templo después de arrancarles del pecho su corazón aún dando latidos. Algo que no mencioné era el hecho espantoso que estos aztecas a veces les quitaban la piel a sus víctimas, despellejaban sus rostros y luego se las ponían como mascaras.
En su libro “Cortés”, Richard Lee Marks lo describe en páginas 209-210:
Entonces, los españoles, al encontrarse con este tipo de brutalidad en las prácticas religiosas de los aztecas, quedaron desconcertados, como lo explica Richard Lee Marks en la página 88 de su libro “Cortés”, publicado por Weather Hill Press:
Es así que se enfrentaron con un imperio totalmente malvado. Y a medida que continuaban en su viaje, solo unos 508 de ellos al principio, se encontraron con varias tribus en las zonas próximas al imperio azteca. Muchas de esas tribus tenían que pagar tributo a los aztecas y su tributo a menudo consistía en vidas humanas. Se las daban a los aztecas y ellos los sacrificaban a sus falsos dioses. Pero, cuando ya estaban más cerca de la capital de los aztecas, llegaron a una provincia llamada Tlaxcala. Esta una provincia fuerte e independiente que se ubicaba cercas del territorio azteca, sin embargo, eran enemigos de los aztecas y les tenían odio. Los aztecas no había sido capaces de conquistarlos completamente. Cuando Cortés pasó por estas varias tribus, les ofrecía la paz y les manifestaba que venía en paz y no a guerrear; pero ocurrió con que Tlaxcala no quería nada de eso, ellos creían que Cortés estaba aliado con los aztecas y entonces quisieron poner a prueba a los españoles en una batalla. Y lo que resultó fue simplemente un milagro porque esta provincia independiente, Tlaxcala, consistía en más de 150 mil familias y por eso, como lo acabo de decir, los aztecas no habían sido capaces de dominarlos completamente.
Ahora bien, el historiador Carroll nos señala que él cree que el motivo de por qué esto fue así, fue porque los aztecas nunca marcharon con todas sus fuerzas contra esta provincia porque ella les suministraba a los aztecas con una corriente continua de víctimas para los sacrificios humanos. No obstante, esta era una tremenda provincia independiente. En ese momento del viaje, los españoles tenían un poco más de 300 hombres y fueron atacados por unos cuarenta o cincuenta mil de estos tlaxcaltecas. No todos atacaron al mismo tiempo, algo que fue en sí un milagro, sino que en tiempos variables, en los cuales la ventaja de los indios sobre los españoles eran de 100 a 1, o de 200 a 1.
En la página 94 de su libro “Cortés”, dice Richard Lee Marks:
Es muy importante que este autor haya admitido que fue un milagro que ningún español muriese en el acto frente a un ejército de 40.000 personas, siendo ellos unos cientos. Y digo pues, que es interesante que este autor diga eso, porque él es algo irrespetuoso en su enfoque. Es un libro muy interesante, muy detallado, sin embargo, él menciona la evolución como si fuera un hecho, probablemente unas siete veces. Así que este no de ninguna manera un escrito católico ortodoxo. Y él tiende a minimizar todo signo providencial en esta conquista. Entonces, cuando leemos que él dice que esto fue un milagro; ¡ello de hecho fue un milagro! Esta victoria que hizo que los tlaxcaltecas se alejaran, no solamente les salvó sus vidas, sino que fue indispensable en la posterior conquistas del más grande imperio azteca. Porque sin la asistencia de los tlaxcaltecas, salvo recibir más milagros directos de Dios, ellos no hubieran tenido ninguna chance contra el imperio azteca. Entonces una vez derrotados los tlaxcaltecas, ellos ofrecieron la paz como resultado y estuvieron dispuestos en ayudar a los españoles en lo que pudieren y convertirse en sus aliados contra los aztecas. Y hay una cita interesante de cómo se hicieron aliados después de esta batalla y el respeto que les tenían a los españoles, y como les ofrecían comida y refugio en sus cómodas viviendas.
También hay que mencionar, que antes de entrar en la batalla, Cortés y su ejército católico les enviaban un mensaje al pueblo con que se iban a enfrentar. Les ofrecían paz y también les decían, como se escribe en la página 48 de este libro “Cortés”, dice:
Y cuando Cortés entraba a varios templos y encontraba más ejemplos de sacrificio de vidas humanas, destruía a los ídolos y los removía. En su lugar ponía la cruz o una imagen de la Virgen. Sin embargo, no siempre hacían esto por temor de que una vez dejando la zona, los indios profanasen la imagen o la cruz.
Después de la victoria contra Tlaxcala, el gobernante de los aztecas, Moctezuma, se quedó pasmado. Y ya se estaba corriendo la creencia entre los indios de que los españoles eran dioses o divinos de alguna manera, y como los señala Warren Carroll en la página 36 de su libro “Nuestra Señora de Guadalupe y la conquista de las tinieblas”, dice:
Y esto nos lleva a otro punto importante respecto a Quetzalcóatl. Si bien el sentido e historia actual de Quetzalcóatl es complicado y cuestionado, este era uno de los falsos dioses de los aztecas. Era conocido como la serpiente emplumada. Pero Quetzalcóatl también estaba asociado a un jefe de la nación que precedió al imperio azteca y había una leyenda entre los pueblos de la zona de que este individuo, que según ellos era semi-divino, iba a regresar y reclamar su reino. Y algunas personas relacionaban a Quetzalcóatl con una figura de un tipo de un redentor más benigno que era diferente en cierto modo de los típicos falsos dioses aztecas. Hay mucha controversia sobre el asunto, pero el punto aquí es, que esta leyenda de Quetzalcóatl era muy importante en la forma como actuó el emperador azteca hacia Cortés al escuchar los informes acerca de cómo los ejércitos católicos españoles se acercaban más y más a su territorio. Temía por su reino, él creía que en cierta manera, ya había llegado su fin, que tal vez Cortés representaba Quetzalcóatl y venía a reclamar el territorio y derrocar su imperio azteca. Esto se vuelve muy importante cuando, de hecho, Cortés entra en la capital de los aztecas, Tenochtitlán, que ahora es la Ciudad de México.
Otro aspecto interesante que se ajusta en esta creencia muy difundida, de que los españoles y el ejército católico eran divinos de alguna manera, es que a medida que marchaban hacia las regiones de la montaña, un volcán inactivo se despertó aterrorizando a la gente de la zona. Su nombre era Popocatépetl y Richard Lee Mark lo menciona en su libro “Cortés” en la página 116:
Después de su victoria contra los tlaxcaltecos, que fue obviamente muy positiva para ellos, sin embargo, algunos españoles resultaron heridos y muchos se desanimaron. Richard Lee Marks lo explica en la página 96:
Y esto se relaciona con otro punto importante, que fue que al principio de su viaje, Cortés tomó la valiente decisión de hundir sus propias naves. Y lo hizo para eliminar la tentación de los miembros de su ejército de volver a la costa y navegar lejos. Y esta, obviamente, sería una fuerte tentación, teniendo en cuenta las dificultades casi insuperables contra el éxito de su esfuerzo y las dificultades que tendrían que aguantar. Pero al hacerlo, ellos se quedaron esencialmente en una situación en que, o bien tendrían éxito en dominar a este enorme imperio o de lo contrario morirían. Como nos dice Carroll en la página 31 de su libro:
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