^
^
Padre Pio | Calendario Católico | ¿Por qué el infierno debe ser eterno? | ¡El Anticristo Identificado! | Tienda en línea | La Biblia enseña el Papado | Los ‘magos’ y el mundo espiritual | Sorprendente Evidencia de Dios | Noticias |
Las herejías en el Vaticano II | Pasos de Conversión | Fuera de la Iglesia no hay salvación | Respuestas Católicas | El Santo Rosario | Padre Pío | Antipapas Francisco, Benedicto XVI, JPII, etc. | Ayuda a salvar almas: Donar |
Sesión caducada
Por favor, accede de nuevo. La página de acceso se abrirá en una pestaña nueva. Después de acceder puedes cerrarla y volver a esta página.
La conmemoración de los fieles difuntos (2 de noviembre) - Ánimas Benditas del Purgatorio
Como la Iglesia considerada en general es la congregación de los fieles unida en Jesucristo que forma un mismo cuerpo, cuya visible cabeza es el Papa y la invisible el mismo Jesucristo, comprende en su universalidad a los bienaventurados que gozan de Dios en el cielo, a los justos que padecen en el Purgatorio, y a los fieles que viven en el mundo. Es un cuerpo que se compone de muchos miembros, un árbol que tiene muchas ramas cuales son la Iglesia del cielo, la Iglesia del Purgatorio y la Iglesia de la tierra. La primera se llama triunfante, la segunda purgante y la tercera militante.
Formando todos estos miembros un solo cuerpo místico, cuya cabeza es Jesucristo, a todos los anima un mismo espíritu de caridad y a todos tres los une este dulcísimo vínculo. Los santos se interesan con ardor en la salvación de los fieles que viven en la tierra, ofreciéndoles su poderosa intercesión para con Dios; no desean menos la libertad de las almas santas que padecen en el Purgatorio, pero como en el cielo no están ya en estado de merecer, no pueden pagar sus deudas ni satisfacer por ellas. Por otra parte, las afligidas almas que están en aquellas penas nada pueden mas que clamar a sus hermanos, pidiendo oraciones y socorros, protestando que ya les llegará el tiempo a ellas de acreditarles su eterno agradecimiento cuando se vean en posesión de la gloria. Solamente los fieles que viven en el mundo se hallan en términos de poder honrar a los unos con su religioso culto y aliviar a los otros con obras meritorias y satisfactorias.
Mediante este piadoso comercio espiritual de intercesión, de oraciones, de limosnas, de obras de celo y de caridad, se ayudan recíprocamente todos los miembros de este cuerpo místico bajo una misma cabeza y unidos con un mismo espíritu. Esta misma sagrada unión que reina en todos sus miembros, este mismo Espíritu Santo que anima y gobierna todo este cuerpo, es el que habiendo señalado un día para celebrar en la tierra el glorioso triunfo de los santos que campean en el cielo, dedicó también otro día para la memoria universal y para el alivio de las almas santas que padecen en el Purgatorio.
Ayer publicaba la Iglesia militante los méritos y la gloria de los bienaventurados que reinan en la Jerusalén celestial; y hoy se compadece de los tormentos que las almas justas están padeciendo en los calabozos de la divina justicia para expiar sus defectos. Ayer imploraba para sí la intercesión y las oraciones de aquellos; hoy ofrece las suyas acompañadas de sus sacrificios por el alivio de estas. Ayer tributaba sus honores a los dichosos predestinados que, favorecidos y colmados por Dios de celestiales consuelos, están como nadando en delicias; hoy solicita por todo género de buenas obras el satisfacer a la divina justicia por aquellas almas afligidísimas que están gimiendo en el Purgatorio, al rigor de los más dolorosos tormentos.
La conmemoración que hoy hace la Iglesia de todos aquellos fieles que murieron dentro de su gremio –esto es en el seno de la fe y de la caridad de Jesucristo– no es de la misma clase que la conmemoración o fiesta que solemniza en honor de aquellas almas bienaventuradas que gozan actualmente de una inmutable felicidad en la mansión eterna de la gloria. La naturaleza es distinta, aunque el principio, como se acaba de decir, no es diferente; siendo cierto que el espíritu o el objeto del culto es el mismo, aunque no sea una misma la materia. En todos los tiempos hizo oración la Iglesia por aquellos hijos suyos que morían en su comunión, de manera que sus oraciones eran alabanzas a Dios y acción de gracias por aquellos mártires cuya santa vida y preciosa muerte había sido ilustre testimonio de la fe de Jesucristo; pero al mismo tiempo eran también súplicas y sufragios por los que tenían necesidad de ellos. Habla Tertuliano de estas dos especies de conmemoraciones suponiéndolas de tradición apostólica. Oramos (dice) y ofrecemos el divino sacrificio en el día del nacimiento de los santos, esto es en el día en que triunfaron de la muerte y nacieron al cielo gloriosamente; y lo mismo practicamos en el aniversario de los fieles difuntos, según la venerable tradición de los padres; quedando únicamente excluidos los excomulgados de estos sufragios y de estas oraciones. Predicando San Gregorio Nacianceno la oración fúnebre o el panegírico de su hermano San Cesáreo, promete hacerle las honras todos los años en el día de su muerte. No había cosa más común en los fieles de la primitiva Iglesia que honrar a los santos, hacer oración a Dios por los difuntos, y ofrecer el sacrificio de la misa en reverencia de los unos y por modo de sufragio para la libertad o para el alivio de los otros. Pero en esta piadosa costumbre de obligación y de caridad se contentó la Iglesia por largo tiempo con rogar a Dios por los muertos en particular, sin señalar día para la conmemoración de todos en común; determinación que no tomó hasta después que se estableció la solemne festividad de todos los santos, escogiendo el día inmediato para la memoria de todos los difuntos, y mandando que en él se celebrase el sacrificio de la misa por todas las almas justas que están penando en las cárceles del Purgatorio: piadosa obligación fundada más o menos en el mismo principio que se tuvo presente para decretar la fiesta de todos los santos.
Asegurado San Odilon, abad de Cluni, de lo eficaces y provechosas que eran las oraciones, sacrificios y limosnas que hacía diariamente por los difuntos, instituyó por todos ellos una memoria general en todos los monasterios de su orden, prescribiendo un oficio común para encomendar a Dios a todos los fieles que habían muerto en gracia suya, pero que se hallaban aún detenidos y padeciendo para purificarse antes de entrar a gozar de la bienaventuranza. Escogió para esta caritativa conmemoración de todos los difuntos el día inmediato a la fiesta de todos los santos, pareciéndole más conforme a la idea de la Iglesia sobre la comunión o comunicación que hay entre los unos y los otros.
En el decreto general que expidió San Odilon para toda la orden el año 998, según le refiere San Pedro Damiano en la vida que escribió del santo abad, se dice que, celebrándose el primer día de noviembre por estatuto de la Iglesia universal la solemnidad de todos los santos, parecía conveniente solemnizar también el día inmediato la memoria de todos los que descansan en Jesucristo cantando salmos, haciendo limosnas y ofreciendo por ellos el sacrificio de la misa.
Nada hizo en esto de nuevo la piadosa y caritativa devoción del santo abad, sino señalar día fijo para la conmemoración de todas las ánimas del Purgatorio; pues por lo demás, mucho tiempo antes de San Agustín acostumbraba ya la Iglesia ofrecer el sacrificio de la misa por todos los difuntos en común. Es verdad (dice el santo) que de nada sirven nuestras oraciones ni nuestras misas a los que murieron en pecado: también lo es, que para nada les han menester los que ya están en la patria celestial; pero como la Iglesia no puede discernir entre unos y otros, ofrece el divino sacrificio y ruega a Dios en general por aquellos que pueden estar necesitados de sus oraciones y sufragios. El mismo San Agustín añade la razón de este caritativo oficio de la Iglesia por todos los fieles difuntos en general, para que aquellos (dice) que no tienen padres, parientes ni amigos que se acuerden de ellos, sean socorridos por esta madre común que a ninguno de sus hijos olvida y a todos los tiene dentro de su corazón. No se deben omitir las bellas palabras de este padre (De cura pro mori. cap . 4). Jamás nos olvidemos de rogar a Dios por las almas de nuestros hermanos difuntos, como la Iglesia católica lo acostumbra hacer generalmente por todos los fieles que murieron, aunque no sepa cómo se llamaron; para que la caridad de nuestra madre común la santa Iglesia supla la falta de los parientes y de los amigos, proveyendo a las necesidades de las almas abandonadas que no tienen otro socorro. Es, pues, evidente que mucho tiempo antes de San Agustín estaba ya introducida en la Iglesia la piadosa costumbre de hacer oración, dar limosnas y decir misas por los difuntos que habían muerto dentro de su gremio; encontrándose en todas las liturgias o rituales, particularmente en el romano, después de haber rogado a Dios por los particulares, una oración general por todos los que murieron en gracia de Jesucristo: Te suplicamos, Señor, te dignes conceder a estos en particular y a todos aquellos que descansan en Cristo un lugar de refrigerio, de luz y de paz; por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
Ánimas benditas del Purgatorio y la imagen milagrosa de la Virgen de Guadalupe
Así, pues, solo debemos a la piedad de San Odilon el que se haya establecido esta fiesta particular en este día, dando ocasión a la Iglesia para instituir en él una fiesta universal y de precepto, a lo menos por lo tocante al oficio; de suerte que, siendo antes particular en la orden cluniacense, se hizo después general, extendiéndola la Iglesia a todos sus hijos.
Ya estaba instituida esta fiesta en Inglaterra en el principio del siglo XIII, como consta del concilio de Oxford celebrado el año de 1222, colocándose entre las fiestas de segunda clase. El Concilio de Trento, que se celebró el año de 1549, la declaró por media fiesta; esto es, por fiesta hasta mediodía en toda la provincia: solo en el obispado de Tours es fiesta de precepto todo el día de difuntos. Bien se puede asegurar que hay pocas devociones más antiguas y más universales que la de rogar a Dios por los muertos; en cuyo artículo estuvieron siempre de acuerdo la Iglesia griega y la latina: autoridad de tanto peso, en dictamen de San Agustín, que ella sola bastaría para establecerla aún cuando la Escritura no hubiese hablado de ella con tanta expresión y claridad en el libro de los Macabeos. Ni quien puede dudar, dice en otra parte, que sean muy provechosas a los difuntos las oraciones, las limosnas y los sacrificios que se ofrecen por ellos.
Es verdad que todos estos testimonios no acreditan que se hubiese establecido en la Iglesia una fiesta particular para rogar a Dios por todos los difuntos; pero convencen, dice el padre Tomasino, las razones que se pudieron tener presentes para establecerla. Si desde el principio de la Iglesia se hizo oración y se ofreció el sacrificio de la misa por los difuntos en particular; si también se ofreció por todos ellos en común; si en todas las liturgias y en todas las misas del año se ha rogado por los mismos en general; ¿por qué razón no se podría instituir una fiesta particular para desempeñar esta piadosa obligación, respecto de los difuntos, con especial celo y con mayor solemnidad?
En cierta manera se puede decir que esta fiesta conviene, no solo con la de todos los santos, sino también con la fiesta de la Trinidad y con la del Sacramento, en que es como suplemento, por decirlo así, de las demás fiestas, de los demás oficios y de los demás sacrificios de todo el año. En todas las fiestas, en todos los oficios y en todos los sacrificios de entre año se rinde supremo culto a la Santísima Trinidad y se celebra la memoria de la institución del Sacramento y divino sacrificio de la Eucaristía, en que son comprendidos todos los santos en general. Por consiguiente, las fiestas particulares que se dedican a la Trinidad, al Sacramento y a los santos son para suplir los defectos que pueden haberse introducido en la diaria conmemoración que se hace de ellos y para reparar, por medio de una especial celebridad, el poco fervor de las conmemoraciones particulares. De la misma manera, la conmemoración de los difuntos, que se hace en este día con mayor solemnidad, nos advierte que debemos continuar en rogar a Dios por ellos todos los días, y que esto lo debemos hacer con mayor aplicación, con mas encendido celo, con nueva y más abrasada caridad.
Y a la verdad, no hay cosa más justa, no la hay más conforme al espíritu de nuestra religión, ni más propia de aquella caridad benéfica y compasiva en que deben sobresalir todos los verdaderos fieles, que el eficaz celo por el alivio de aquellas afligidas almas. Son almas predestinadas, que algún día se han de ver en la corte del cielo en gran favor. Son unas esposas de Jesucristo que, aunque ahora están padeciendo, con el tiempo han de reinar con Él en la gloria y entonces sabrán muy bien mostrarse agradecidas, correspondiendo con el cien doblado a los beneficios que recibieron. Son nuestros padres, nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros cercanos parientes, nuestros amigos, nuestros bienhechores que nos piden les aliviemos en sus penas y desde el fondo de aquellos lóbregos calabozos nos están clamando con voz lastimera: Amado padre, exclama aquel querido hijo, tú que tanto lloraste por mí; tú que tanto me quisiste, mira que estoy padeciendo insufribles penas en este lugar de dolores; a muy poca costa me puedes aliviar: una limosna, una misa, una oración pueden sacarme de estas abrasadoras llamas, pueden ponerme en libertad; ¿serás insensible a mis tormentos? Algún dia te podrás hallar tú en la misma necesidad: si entonces estoy yo en el cielo, empeñaré todo mi valimiento con Dios para libertarte de tus penas. Querido hijo, querida hija (exclama el atormentado padre, la afligida madre, rodeados ambos de llamas), ten misericordia de aquellos a quienes después de Dios debes todo lo que tienes, la vida que gozas y los bienes que posees; enternézcante nuestros gemidos y alívianos en nuestros trabajos; solo te pedimos obras de caridad, solo te pedimos oraciones: para ti trabajas cuando nos haces bien a nosotros. Para excitarnos a estas obligaciones de justicia y de caridad se vale la Iglesia de este fúnebre aparato: para avivar nuestra memoria y nuestra compasión es todo ese lúgubre sonido de las campanas.
Artículo relacionado: Los católicos no pueden orar por los difuntos no católicos
Nada se puede comparar con las penas del Purgatorio. El más extraño, el mayor enemigo tuyo te movería a lástima si le vieras en tan doloroso estado; pero los que arden en aquel horno encendido son tus íntimos amigos, tus hermanos, tus más cercanos parientes y acaso están ardiendo precisamente porque te quisieron demasiado, por los excesos que cometieron con el único fin de amontonar bienes y hacienda para ti; ¿será posible que no te haga fuerza lo que están padeciendo? Solicitan tu compasión aquellas afligidas almas por sus suspiros, por el amor que te tuvieron y por la caridad que tú debes tener con ellas. Ellas solo pueden satisfacer a la divina justicia pagando sus deudas con el último rigor; pero tú puedes satisfacer por ellas a muy poca costa tuya: una oración, una limosna, una misa, una mortificación, una buena obra que hagas que ofrezcas por ellas y para su alivio puede libertarlas. ¿Quién de nosotros negaría este piadoso oficio a un encarcelado, a un condenado a galeras, a uno que remase en ellas si supiera que con una súplica, con alguna buena obra podía conseguir su libertad? ¡Y se le negaremos a nuestros amigos y a nuestros parientes! ¿Ignoramos por ventura que trabajamos en nuestro provecho cuando les hacemos este importante servicio? Siéndonos en cierta manera deudoras aquellas santas almas de su felicidad, ¿se olvidarán acaso de eso cuando gocen de ella? No mueren, no se entibian en el cielo la caridad y el reconocimiento, antes allí se encienden y se avivan más. ¿Pues qué no podrán alcanzar del Señor en beneficio nuestro, si se empeñan, si piden eficazmente por nosotros?
La misa es de los fieles difuntos y la oración la que sigue:
O Dios criador y redentor de todos los fieles, concede a las almas de tus siervos y de tus siervas la remisión de todos sus pecados para que consigan, por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre desearon. Por nuestro Señor Jesucristo...
Propósitos
Fuente: Las historias de las vidas de los santos fueron transcritas del libro “Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año” del padre Juan Croisset (1656-1738) de la Compañía de Jesús; traducido al castellano por el padre José Francisco de Isla (1703-1781) de la Compañía de Jesús. Publicado en el siglo XIX.
Suscríbase a nuestro boletín para recibir noticias sobre futuros videos y artículos de vaticanocatolico.com
El rostro del Padre Pío, se le ve con una tranquilidad, como dormido... No así con la foto del ataúd de la impostora hermana Lucía, con un semblante afligido...
Serena 4 mesesLeer más...Cansada de leer las atrocidades de Maledicto XVI... Y aún me faltan las Bergoglianas...
Mein Konto 4 mesesLeer más...¡Ay, ay estos últimos antipapas de la historia! Herejes magnos, escandalosos. Qué bien oculto, solapado, disimulado, tenían todas su execrables abominaciones. Falsos, mentirosos, el peor castigo de los últimos tiempos....
Crowned 4 mesesLeer más...Qué abominable.
Crowned 4 mesesLeer más...Este sábado 20 es el día de Santa Margarita de Antioquía 💕
Stefy 4 mesesLeer más...Este testimonio es realmente impactante. No se compara con el que leí, "la carta del más allá". Se agradece la traducción y el ponerlo en la web, hermanos.
Stefy 4 mesesLeer más...Muchas gracias!
Stefany 5 mesesLeer más...Dios así lo quiere.
Robinson Antonio Bedoya Vélez 7 mesesLeer más...El impedimento de religión mixta existe entre dos bautizados, de los cuales el uno es católico y el otro hereje o cismático. La Iglesia católica prohíbe severísimamente los matrimonios mixtos,...
Monasterio de la Sagrada Familia 9 mesesLeer más...Hola buen día, tengo algunas dudas ¿Qué significa la Cruz que tiene el corazón con la corona de espinas? Y ¿Qué significa "de feria"? De antemano muchas gracias por su...
Jessica Briceño 9 mesesLeer más...