El siguiente artículo es nuestra opinión personal sobre este tema. Si en el futuro el Magisterio emite alguna decisión sobre este asunto, o si existe alguna del pasado que se nos haya escapado, nos sujetaremos a ella. Basados en las enseñanzas de los papas que el Monasterio de la Sagrada Familia ha procurado, no estamos al tanto de ninguna enseñanza magisterial sobre si algunos animales puedan ir al cielo. Es nuestra opinión que, por lo menos, algunos animales, de hecho, van al cielo.
En el Apocalipsis 19, se nos da una visión del cielo. Se muestra a Jesucristo sobre un caballo y los ejércitos del Verbo de Dios siguen a Cristo montados en caballos.
Apocalipsis 19, 11-17: “Vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba es el que se llama Fiel y Veraz, que juzga y pelea con justicia. Sus ojos son llama de fuego, y en su cabeza lleva muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él mismo. Viste un manto empapado de sangre, y su Nombre es: EL VERBO DE DIOS. Le siguen los ejércitos del cielo en caballos blancos y vestidos de finísimo lino blanco y puro. De su boca sale una espada... Y vi un ángel de pie en el sol y gritó con poderosa voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: ‘Venid, congregaos para el gran festín de Dios.’”
La palabra que se traduce como “cielo” en varios pasajes del Nuevo Testamento, incluyendo el de Ap. 19, 11, viene de la palabra griega ouranos. Puede referirse al firmamento o a la región en donde habita Dios. El contexto de este capítulo, que habla sobre Dios sentado en el trono (Ap. 19, 4), deja claro que, en este pasaje, “cielo” se refiere a la región en donde habita Dios. San Juan describe la apertura de la morada de Dios, mientras que Cristo viene hacia la Tierra. Se dice que los animales están ahí, con Cristo y Sus ejércitos montados en caballos.
Alguno quizá podría afirmar que los caballos en que estaban montados Cristo y Sus ejércitos eran únicamente simbólicos. Pero, ¿por qué Dios nos daría una imagen simbólica de animales en el cielo, si el mismo concepto de animales en el otro mundo es repugnante a la verdad última? Además, suponer que esas descripciones sean puramente simbólicas no es más definitiva que la posición de que se nos proporciona con una imagen real de lo que ocurrirá.
Un padre de la Iglesia primitiva, San Ireneo (siglo II), al parecer, creía que la descripción del Apocalipsis 19 constituye una representación real de los eventos futuros.
San Ireneo, Contra las herejías, libro IV, cap. 20, #11, año 180 d.C.: “Y añade, acerca del mismo Cordero: Vi un caballo blanco, y el que lo montaba llevaba el nombre de Fiel y Verdadero. Combate y juzga con justicia… En caballos blancos lo siguen los ejércitos del cielo vestidos de un lino blanco purísimo; de su boca sale una espada afilada… Y tiene sobre el manto y sobre su muslo un nombre escrito: Rey de Reyes y Señor de Señores (Ap 19,11-16). Esta es la manera como el Verbo de Dios enseñaba a los seres humanos las cosas de Dios, como en figura de los bienes futuros y como imágenes de la Economía del Padre.”[1]
El Señor Jesucristo declaró: “¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Con todo, ni uno solo es olvidado de Dios” (Lucas 12, 6).
Apocalipsis 5, 13: “Y a todas las criaturas que hay en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos oí que decían: ‘Al que está sentado en el trono, y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos’”.
San Francisco de Paula (1416-1507) fue uno de los más grandes obradores de milagros en la historia de la Iglesia católica. Él tuvo un interés especial por los animales. Tenía por mascotas a un cordero y a un pez. Él resucitó su pescado a la vida después de haber muerto, pues otro sacerdote lo había cocinado y cortado en pedazos.
“Francisco tenía como mascota favorita a una trucha a quien llamó ‘Antonella’. Un día, uno de los sacerdotes que prestaba servicios religiosos, vio a la trucha nadando en su piscina. Para él, era solamente una comida deliciosa, entonces la atrapó y se la llevó a su casa, y la arrojó en la sartén. Francisco echó de menos a ‘Antonella’ y entonces se dio cuenta de lo que había ocurrido, por lo que le dijo a uno de sus compañeros que fuera a donde el sacerdote para pedirle que se la devolviera. El sacerdote, molesto por su gran preocupación a causa de un simple pez, arrojó al suelo a la trucha ya cocinada, partiéndola en varios pedazos. El ermitaño enviado por Francisco recogió los trozos en sus manos y se los llevó de vuelta. Francisco puso los pedazos de nuevo en la piscina, y mirando al Cielo, oró diciendo: ‘Antonella, en el nombre de la Caridad, regresa a la vida’. De inmediato, la trucha volvió a quedar en una sola pieza y nadó alegremente alrededor de la piscina como si nada le hubiera pasado. Los frailes y los trabajadores que presenciaron este milagro estaban profundamente impresionados por el poder del santo”[2].
San Francisco también resucitó a su cordero, Martinello, de la muerte después de haber sido comido por unos trabajadores.
“Necesitado de comida, los trabajadores atraparon y mataron al cordero de Francisco, Martinello, asándolo en su horno de cal. Ellos estaban comiendo, cuando el Santo se dirigió hacia ellos preguntándoles por su cordero. Ellos le dijeron que se lo habían comido porque no tenían más alimento. Les preguntó qué habían hecho con la lana y los huesos. Le dijeron que los habían arrojado en el horno, Francisco miró hacia el fuego y le dijo a Martinello: ¡Sal de ahí! El cordero saltó fuera, completamente ileso, balando felizmente al ver a su maestro”[3].
Llama la atención que San Francisco de Paula llamaba a los animales por su nombre, aún después de que su vida había terminado. Aparentemente él creía que ellos continuaban existiendo después de su muerte.
El beato Martín de Porres (1579-1639) fue un santo religioso de la Orden de Predicadores. Fue beatificado en el siglo XIX. Él también tuvo un especial interés por los animales. Después de que un perro había sido asesinado sin piedad por su dueño, Martín resucitó al perro de la muerte. También le habló al perro y le dijo que no regresara con su dueño ingrato.
“El procurador del convento tenía un perro que lo sirvió fielmente durante 18 años. Pero ahora, como el animal estaba viejo y demacrado, él ordenó que lo echaran. Sin embargo, la fiel bestia siempre regresaba a buscar a su dueño. Entonces ordenó que fuera llevado hasta cierta distancia y luego asesinado. Así fue hecho, y el beato Martín, al descubrir tal ingratitud, como se veía en sus ojos, se movió a compasión y pidió que le llevaran al perro muerto hasta su celda. Entonces buscó al procurador y le dijo: ‘Padre mío, ¿por qué les ordenó que mataran a ese animal? ¿Es esa la recompensa que le da por haberle servido tantos años?’ Entonces, encerrándose en la celda en donde el animal muerto había sido puesto, Martín se arrodilló para orar un momento, implorando a Dios que le restituyera la vida al pobre animal, si era su Voluntad, y Dios no hizo oídos sordos a su humilde petición. Al día siguiente los Hermanos de Martín lo vieron dejar su celda, acompañado por el perro fiel vivo y en perfectas condiciones. Mientras lo alimentaba en la cocina, se le oyó a Martín pronunciar estas palabras de sobrio consejo para el perro: ‘Ahora, asegúrate de no regresar al servicio de tu ingrato dueño, porque tú bien has experimentado cuán poco fueron apreciados tus largos años de fiel servicio’. Dícese que el perro sobrevivió por muchos años, y que siempre obedeció el consejo de Martín, huyendo de su antiguo dueño cada vez que lo veía acercarse”[4].
En otra ocasión, las ratas le estaban causando problemas a un hombre a quien el beato Martín había asistido. El problema se agrandó hasta el punto en que las ratas comenzaron a invadir la sacristía. Martín pensó que se podía resolver el problema sin matar a las ratas, pero el sujeto comenzó a poner trampas para ratones. Después de que una de las ratas quedó atrapada en una ratonera, Martín intervino para que no la mataran. En cambio, Martín le habló a la rata. Le dijo que él y sus compañeras debían abandonar el monasterio e irse al jardín. Para el asombro de muchos, las ratas obedecieron.
“Cuando Martín vio a la pequeña prisionera, su corazón fue tocado y no permitió su destrucción. En vez de eso, él le dio libertad [a la rata] diciendo: ‘Vete pequeña hermana, y dile a tus compañeras que no hagan más daños. Dile a toda tu familia que abandonen este santo monasterio y que regresen al jardín, donde yo les llevaré comida a diario’. Para el asombro de todos, los ratones y las ratas salieron en manada del convento, hallando refugio en un viejo cobertizo; y allí Martín les llevaba el sustento diario”[5].
Las interacciones de San Francisco de Asís con los animales son muy conocidas. Una de las historias más famosas es la de San Francisco y el lobo. Un gran lobo estaba asustando a las personas de Gubbio. El lobo devoraba personas y animales. A pesar de las advertencias para que las personas evitaran al lobo, San Francisco decidió encarar al lobo, mientras los demás miraban desde lejos.
“Cuando he aquí que, a la vista de muchos de los habitantes, que habían seguido en gran número para ver este milagro, el lobo avanzó al encuentro de San Francisco con la boca abierta; acercándose a él, San Francisco le hizo la señal de la cruz, lo llamó a sí y le dijo:
– ¡Ven aquí, hermano lobo! Yo te mando, de parte de Cristo, que no hagas daño ni a mí ni a nadie.
¡Cosa admirable! Apenas trazó la cruz San Francisco, el terrible lobo cerró la boca, dejó de correr y, obedeciendo la orden, se acercó mansamente, como un cordero, y se echó a los pies de San Francisco. Entonces, San Francisco le habló en estos términos:
– Hermano lobo, tú estás haciendo daño en esta comarca, has causado grandísimos males, maltratando y matando las criaturas de Dios sin su permiso; y no te has contentado con matar y devorar las bestias, sino que has tenido el atrevimiento de dar muerte y causar daño a los hombres, hechos a imagen de Dios. Por todo ello has merecido la horca como ladrón y homicida malvado. Toda la gente grita y murmura contra ti y toda la ciudad es enemiga tuya. Pero yo quiero, hermano lobo, hacer las paces entre tú y ellos, de manera que tú no les ofendas en adelante, y ellos te perdonen toda ofensa pasada, y dejen de perseguirte hombres y perros.
Ante estas palabras, el lobo, con el movimiento del cuerpo, de la cola y de las orejas y bajando la cabeza, manifestaba aceptar y querer cumplir lo que decía San Francisco.
Le dijo entonces San Francisco:
– Hermano lobo, puesto que estás de acuerdo en sellar y mantener esta paz, yo te prometo hacer que la gente de la ciudad te proporcione continuamente lo que necesites mientras vivas, de modo que no pases ya hambre; porque sé muy bien que por hambre has hecho el mal que has hecho. Pero, una vez que yo te haya conseguido este favor, quiero, hermano lobo, que tú me prometas que no harás daño ya a ningún hombre del mundo y a ningún animal. ¿Me lo prometes?
El lobo, inclinando la cabeza, dio a entender claramente que lo prometía. San Francisco le dijo:
– Hermano lobo, quiero que me des fe de esta promesa, para que yo pueda fiarme de ti plenamente.
Le tendió San Francisco la mano para recibir la fe, y el lobo levantó la pata delantera y la puso mansamente sobre la mano de San Francisco, dándole la señal de fe que le pedía. Luego le dijo San Francisco:
– Hermano lobo, te mando, en nombre de Jesucristo, que vengas ahora conmigo sin temor alguno; vamos a concluir esta paz en el nombre de Dios.
El lobo, obediente, marchó con él como manso cordero, en medio del asombro de los habitantes. Corrió rápidamente la noticia por toda la ciudad; y todos, grandes y pequeños, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, fueron acudiendo a la plaza para ver el lobo con San Francisco…
Entonces, todo el pueblo, a una voz, prometió alimentarlo continuamente…
Añadió San Francisco:
– Hermano lobo, quiero que así como me has dado fe de esta promesa fuera de las puertas de la ciudad, vuelvas ahora a darme fe delante de todo el pueblo de que yo no quedaré engañado en la palabra que he dado en nombre tuyo.
Entonces, el lobo, alzando la pata derecha, la puso en la mano de San Francisco”[6].
Un perro misterioso jugó también un papel importante en la vida de San Juan Bosco.
“Dios le dio a San Juan Bosco un perro misterioso, que se convirtió en el protector de este gran santo durante muchos años en su vida. ¿De dónde venía el perro?, o ¿para dónde iba?, era inconsecuente para el santo; el santo genuinamente aceptó la amistad del perro como parte de la divina providencia.
Don Bosco hizo tanto bien salvando a la juventud de su tiempo, que estoy seguro que fue la influencia del diablo la que irritó a las personas en su contra, a veces hasta el punto en que los celos y el odio llevaron a los hombres a intentar asesinarlo en más de una ocasión. Fue en respuesta a este peligro, que un día se le apareció un gran perro gris cuando San Juan Bosco estaba siendo amenazado por los asesinos. El perro, temible a la vista, fue descrito como un pastor alemán que, estando de pie, medía noventa centímetros. Grigio, como lo llamó Don Bosco, siempre se aparecía cuando el santo estaba en problemas. Cuando esos inútiles por fin dejaron sus intentos de asesinar a San Juan Bosco, el perro desapareció. Él aparecía solo de vez en vez, cuando el santo estaba en peligro, para llevarlo seguro a un hogar Salesiano”[7].
San Pablo de la Cruz († 1775) una vez regañó a un granjero que, frustrado, profirió blasfemias a sus bueyes. Indignado con la amonestación, el granjero apuntó su arma al santo. “Más horrorizado por las blasfemias que por el peligro de muerte, el santo tomó el crucifijo que llevaba alrededor de su cuello y le dijo sin temor: ‘Ya que tú no respetas este crucifijo, los bueyes lo harán.’ Y como si hubieran entendido, los bueyes cayeron de inmediato a sus pies”[8]. Después de eso el granjero se arrepintió.
En la vida de San Antonio de Padua († 1231) leemos que había muchos herejes viviendo en Rimini. “Pero ellos, no solamente no daban su consentimiento a sus santas palabras, sino que incluso, rehusando a escucharlo por ser duros y obstinados pecadores, un día el Santo, por inspiración divina, marchó hacia un banco de peces de rio adyacente al mar; y entonces, parándose sobre la orilla entre el mar y el arroyo, empezó a hablarles a los peces, a modo de una homilía, en el nombre de Dios. ‘Escuchad la palabra de Dios, vosotros peces del rio y del arroyo, ya que los herejes e infieles se muestran reacios a escucharla’. Y habiendo pronunciado esas palabras, de repente vinieron hacia él gran multitud de peces – grandes, medianos y pequeños – como nunca se había visto en ese mar y en ese arroyo… todos sacaron sus cabezas del agua, y observaron atentamente el rostro de San Antonio”[9].
En la vida de San Antonio de Padua, vemos también que un hereje albigense lo desafió sobre la enseñanza católica tocante a la Eucaristía. Como prueba, ambos acordaron que la mula del hereje escogiera entre su comida habitual y la Eucaristía. A la mula se le privó de comida durante tres días. Después de tres días, en presencia de una gran multitud, el hereje intentó alimentar a la mula con avena y heno, mientras San Antonio puso la Hostia Consagrada ante el animal. La mula ignoró la comida y se arrodilló ante la Sagrada Eucaristía. Como resultado, los incrédulos quedaron sobremanera confundidos y algunos de ellos se convirtieron.[10]
Considere ahora la siguiente historia del Antiguo Testamento, libro de los Números, capítulo 22, 21-35:
“Y se levantó Balaam a la mañana, aparejó su asna, y marchó con los príncipes de Moab. Sin embargo, se encendió la ira de Dios al emprender Balaam viaje, y el Ángel del Señor se puso en el camino para cerrarle el paso. Iba Balaam montado sobre su asna y le acompañaban dos de sus siervos.
Cuando la burra vio al ángel del Señor parado en el camino, con su espada desenvainada en la mano, se desvió del camino, andando por el campo; y Balaam le dio golpes para volverla al camino. Entonces el ángel del Señor se apostó en una hondonada entre las viñas, con un muro de un lado y un muro del otro. Al ver la burra al ángel del Señor se arrimó al muro y apretó el pie de Balaam contra la pared, el cual volvió a pegarla. Una vez más se adelantó el ángel del Señor y se puso en un sitio estrecho donde no había espacio para desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces al ver la burra al ángel del Señor, se echó en tierra debajo de Balaam, el cual enfurecido la pegó con el bastón. Mas Dios abrió la boca de la burra, la cual dijo a Balaam: ‘¿Qué te he hecho para que me pegues ya por tercera vez?’ Balaam respondió a la burra: ‘Porque haces burla de mí. ¡Ojalá tuviera yo una espada, que ahora mismo te mataría!’ Replicó la burra a Balaam: ‘¿No soy yo tu asna, en que has cabalgado siempre desde que yo soy tuya hasta hoy? ¿Por ventura he hecho yo contigo jamás cosa semejante?’ Y él respondió: ‘No’.
Entonces el Señor abrió los ojos de Balaam, de modo que vio al ángel del Señor parado en el camino con la espada desenvainada en la mano, e inclinándose se prosternó sobre su rostro. Y le dijo el ángel del Señor: ‘¿Por qué has pegado a tu asna estas tres veces? He aquí que yo he salido para cerrarte el camino, pues tu viaje es perverso delante de mí. Me vio la burra y se desvió delante de mí estas tres veces. Si no se hubiera desviado de mi presencia, te habría matado a ti, y a ella la habría dejado con vida’. Dijo entonces Balaam al ángel del Señor: ‘He pecado; porque no sabía que tú te habías apostado contra mí en el camino. Si la cosa te parece mal, ahora mismo me volveré’. El ángel del Señor respondió a Balaam: ‘Ve con estos hombres, pero habla solamente lo que yo te dijere’. Fuese, pues, Balaam, con los príncipes de Balac.”
Este pasaje nos dice que un animal pudo ver a un ángel y que se le dio la capacidad de hablar. Cuando al final el ángel se le apareció a Balaam, él lo regañó por golpear al asno. El ángel también le dijo que casi lo mata mientras que iba a dejar con vida al animal. Balaam tuvo que abrir los ojos para poder ver al ángel, el animal no.
Fue en base al razonamiento de Santo Tomás de Aquino que muchos católicos llegaron a pensar que los animales no poseen alma que exista después de la muerte. Aunque las enseñanzas de Santo Tomás son dignas de consideración, no son infalibles ni definitivas. En algunos casos, sus puntos de vista son rechazados por el Magisterio. Santo Tomás enseñó que el embrión humano procedía a través de tres etapas del alma. Él creía que el embrión comenzaba con el alma vegetativa (anima vegetabilis, que él creía que las plantas poseen), luego le seguía el alma sensible (anima sensitiva, que él creía que los animales poseen) y, luego de 40 u 80 días, Dios infundía el alma racional o intelectual (anima intellectiva, el alma humana).
El artículo de la Enciclopedia católica sobre el “Alma” dice:
“La doctrina de Santo Tomás es… En la primera fase del desarrollo embrionario, el principio vital tiene poderes meramente vegetativos; entonces un alma sensible entra en el ser, educida de las potencias desarrolladas del organismo – más tarde, es reemplazada por el alma racional perfecta que es esencialmente inmaterial y para la que se precisa un acto creativo especial. Muchos teólogos modernos han abandonado este último punto de la enseñanza de Santo Tomás y mantienen que el alma totalmente racional es infusa en el embrión en el primer momento de su existencia”[11].
En otras palabras, aquellos que se adhieran al punto de vista de Santo Tomás sobre la infusión del alma, deben creer que el embrión comienza con un alma vegetal, luego reemplazado por un alma animal, y al final se reemplaza por la infusión de un alma racional (humana) después de 40 a 80 días después de la formación inicial del embrión. Santo Tomás enseño que María no fue inmaculadamente concebida – una idea que contradice la posterior enseñanza infalible del Magisterio sobre la Inmaculada Concepción.
Santo Tomas de Aquino, Summa Theologiae, parte III, cuestión 27, art. 2, respuesta a la objeción 2: “Y así, de cualquier manera en que la Virgen María hubiera sido santificada antes de la animación, jamás hubiese incurrido en la mancha de la culpa original y, en consecuencia, tampoco hubiera necesitado de la redención y de la salvación, que viene por Cristo, de quien se dice en Mt 1, 21: El salvará a su pueblo de sus pecados. Pero resulta inaceptable que Cristo no sea el Salvador de todos los hombres, como se afirma en 1 Tim 4, 10”[12].
Haciendo un paréntesis acá, cuando mencionamos en el pasado la postura errónea de Santo Tomás sobre la Inmaculada Concepción (y en particular referente a esta cita de arriba), cabe destacar que, muchos del movimiento tradicionalista, incluyendo eminentes individuos y sacerdotes, después de haberles presentado esta evidencia, ¡todavía son tan deshonestos como para insistir erróneamente que Santo Tomás no contradijo la Inmaculada Concepción! Dicho de otra forma, la postura de Santo Tomás sobre el alma no es infalible.
Si bien nosotros no estamos afirmando en definitiva que los animales posean un alma racional e intelectual –ya que esta es única para los seres humanos, que fueron creados a imagen y semejanza de Dios– lo que afirmamos es que tampoco estamos de acuerdo con la posición de que no puedan existir después de la muerte o de que el principio de vida (o alma) de los animales sea solamente una fuerza de vida instintiva y sensitiva. Creemos que hay algo más, al menos con algunos animales.
Cualquier persona que haya estado rodeada de animales, sabe que algunos demuestran individualidad, habilidades para aprender y razonar, e inclusive personalidades. Dos animales de la misma especie tendrán diferentes inclinaciones e intereses. Su modo de actuar no está completamente basado en el instinto o puramente en la respuesta sensorial. Por ejemplo, algunos gatos son muy curiosos, mientras que otros no. A algunos perros les gustan ciertas actividades, mientras que a otros no. San Gregorio Nacianceno decía lo siguiente sobre los animales.
San Gregorio Nacianceno, Oración teológica segunda (Oración 28), # 23-26, año 381 d.C.: “¿Debo hacer un recuento de las diferencias de los demás animales, tanto de nosotros como entre sí, diferencias de naturaleza, de producción, de región, de temperamento y, por así decirlo, de vida social? ¿Cómo es que unos son gregarios y otros solitarios, unos herbívoros y otros carnívoros, unos fieros y otros mansos, unos aficionados al hombre y domesticados, otros indómitos y libres? Y a algunos podríamos llamarlos rayanos en la razón y en el poder de aprendizaje, mientras que otros están totalmente desprovistos de razón... algunos fuertes, otros débiles, algunos aptos para la autodefensa, otros tímidos y astutos... algunos apegados a un lugar, otros anfibios; algunos se deleitan en la belleza y otros no tienen adornos... ¿No es ésta la prueba más clara de la majestuosa obra de Dios?”[13].
En el paraíso original (antes de la caída de Adán y Eva), Dios creó a las ballenas, a las aves y a toda creatura en la tierra y en el mar. Habiendo colocado a los animales de toda especie en el paraíso original, sin maldición ni pecado, “vio Dios que estaba bien” (Gen. 1, 25).
Antes de la rendición de Adán y Eva a la serpiente, por la cual entró el pecado y la muerte al mundo, Dios le trajo a Adán todas estas bestias de la Tierra y las aves del cielo para que les pusiera nombre.
Génesis 2, 19: “Formados, pues, de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo, los hizo el Señor Dios desfilar ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que el nombre de todos los seres vivientes fuese aquel que les pusiera el hombre”.
Cuando Dios destruyó la Tierra en el tiempo de Noé, “Todos los seres que en sus narices tenían soplo de vida… perecieron” (Génesis 7, 22). La misma palabra usada para las almas o soplo de vida de los animales, se usa para describir al alma del hombre, aunque el alma del hombre es diferente a la de los demás animales.
El diluvio universal es descrito por San Pedro como el fin del viejo mundo: “Y si [Dios] al viejo mundo tampoco perdonó…” (2 Pedro 2, 5). No obstante, cuando Dios le advirtió a Noé lo que tenía que hacer para transitar con éxito del viejo mundo al nuevo, a través del diluvio, Dios también le dijo que llevara animales en el Arca.
Génesis 7, 1-5, 8-10: “Y dijo el Señor a Noé: ‘Entra en el Arca, tú y toda tu casa, porque a ti te he visto justo delante de mí en medio de esta generación. De todos los animales puros te elegirás siete parejas, machos con sus hembras; y de todos los animales que no son puros, dos parejas, machos con sus hembras. Asimismo, de las aves del cielo siete parejas, machos y hembras para que se conserve su descendencia sobre la faz de toda la tierra. Porque de aquí a siete días haré llover sobre la Tierra cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré de la Tierra todo ser viviente que he hecho’. E hizo Noé conforme a cuanto el Señor le había mandado… De los animales puros, y de los animales que no son puros, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la tierra, llegaron a Noé, al arca, parejas, machos y hembras, como Dios había ordenado a Noé. Y al cabo de siete días las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra”.
Dios quiso que los animales del “viejo mundo” estuvieran presentes en el siguiente mundo, y Él le ordenó a Noé que hiciera lo necesario para cumplirlo.
Después del diluvio, Dios estableció su alianza con Noé y con todos los animales o creaturas sobre la Tierra.
Génesis 9, 11-17: “Hago mi pacto con vosotros. No será ya exterminada toda carne con aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la Tierra. Y dijo Dios: ‘Esta es la señal del pacto que por generaciones perpetuas establezco entre Mí y vosotros y todo ser viviente que se halla entre vosotros: Pondré mi arco en las nubes, que servirá de señal de pacto entre Mí y la Tierra. Cuando yo cubriere la Tierra con nubes y apareciere el arco entre las nubes, me acordaré de mi pacto que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y las aguas no volverán más a formar un diluvio para exterminar toda carne. Pues cuando aparezca el arco en las nubes, Yo lo miraré, para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, de toda carne que existe sobre la Tierra’. Dijo pues Dios a Noé: ‘Esta es la señal del pacto que he establecido entre Mí y toda la carne sobre la tierra’”.
El comentario bíblico inglés llamado Haydock sobre Génesis 9, 10 reconoce que Dios también hizo su alianza con los animales.
Dios creó animales para la original y espiritualmente impecable Tierra. ¿Es impensable que Dios tuviera animales en el nuevo Cielo y en la nueva Tierra en el fin de los tiempos? De hecho, el Apocalipsis retrata claramente la segunda venida de Jesucristo como la restauración del paraíso original en la Tierra.
La primera Tierra se muestra como “el árbol de la vida… en medio del paraíso” (Génesis 2, 9). El Apocalipsis nos dice reiteradamente que Cristo restaurará el árbol de la Vida.
Apocalipsis 22, 2: “En medio de la plaza de la ciudad, y de la una y otra parte del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto, y las hojas del árbol sanan a las gentes”.
¿No suena consistente que, así como había animales de varios tipos en el paraíso original, habrá animales en el nuevo paraíso – en el Cielo nuevo y la Tierra nueva? En este punto debemos considerar una profecía de Isaías.
Isaías 65 contiene una profecía sobre el Cielo nuevo y la Tierra nueva. Mientras que Isaías hace una profecía similar en el capítulo 11, 1-9, en la que se cumple la venida de Cristo y el establecimiento de la Iglesia de la nueva alianza, el pasaje en Isaías 65 parece tener aplicación para el fin de los tiempos, la segunda venida de Cristo y el Apocalipsis. Numerosos padres primitivos de la Iglesia aplicaron Isaías 65 para el fin de los tiempos, incluyendo a San Justino mártir.
La profecía de Isaías 65 es relevante al asunto porque dice que en el Cielo nuevo y en la Tierra nueva, “los lobos y los corderos se alimentarán juntos, y el león comerá heno como el buey; pero la serpiente [comerá] tierra cual si fuera pan. No herirá ni maltratará a nadie en la montaña santa…”
Acá están los comentarios de San Justino mártir (100-165 d.C.) sobre la profecía de Isaías 65.
San Justino mártir, Diálogo con Trifo el judío, cap. 81, siglo II:
CAPÍTULO LXXXI - ÉL SE PROPONE PROBAR SU OPINIÓN EN ISAÍAS Y EL APOCALIPSIS
“Porque Isaías habló así sobre este espacio de mil años: ‘Porque habrá el nuevo cielo y la nueva tierra... Porque según los días del árbol de la vida serán los días de mi pueblo... Entonces los lobos y los corderos pacerán juntos, y el león comerá heno como el buey; pero la serpiente [comerá] tierra como pan. No se harán daño ni se maltratarán mutuamente en el monte santo, dice el Señor’. Ahora hemos entendido que la expresión utilizada entre estas palabras, ‘Según los días del árbol [de la vida] serán los días de mi pueblo; las obras de su trabajo abundarán’ predice oscuramente mil años... Y además, había entre nosotros un hombre que se llamaba Juan, uno de los apóstoles de Cristo, que profetizó, por una revelación que se le hizo, que los que creyeran en nuestro Cristo habrían de morar mil años en Jerusalén; y que después tendría lugar la resurrección general y, en definitiva, el juicio eterno de todos los hombres”[14].
Se dice que en el Cielo nuevo y en la Tierra nueva, el león, el buey y otros animales vivirán en armonía. Algunos pueden decir que ello es una metáfora de cómo los elegidos de Cristo estarán comprendidos entre las personas con diferente temperamento. Los individuos de toda clase habrán encontrado la conversión y la paz con su incorporación a Cristo. Sin embargo, esto no es certero. Este pasaje puede hablar de la obra real del Cielo y Tierra futuros. La declaración en Isaías 65, 19, de que no habrá más “lágrima” ni “llanto” en el Cielo y Tierra nuevos, es muy afín con Apocalipsis 21, 4:
“Y [Dios] les enjugará toda lágrima de sus ojos; y la muerte no existirá más; no habrá más lamentación ni dolor, porque las cosas primeras pasaron”.
Esto sugiere fuertemente que la profecía de Isaías 65, con respecto al león, buey, etc., aplica para el Cielo nuevo y la Tierra nueva en el fin de los tiempos. Aparte de los dogmas de la revelación divina, que nos dicen cómo han de llegar los humanos al Cielo y qué humanos quedarán excluidos, sabemos muy poco sobre cómo es o será el Cielo en realidad.
1 Corintios 2, 9: “Pero, según está escrito: ‘Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni entró en pensamiento humano, esto tiene Dios preparado para los que le aman’”.
De hecho, en el Jardín del Edén, los animales no se mataban ni se comían entre sí. En el diseño original de Dios, las hierbas y los árboles con semilla eran la comida o “carne”, tanto de hombres como de criaturas terrestres (Gén. 1, 29-30). Solamente fue después del pecado de Adán, los cambios en la Tierra que resultaron por el diluvio, la introducción de las estaciones climáticas, y la reducción consecuente de suministros de árboles y hierbas en varias épocas del año, que los animales se volvieron carnívoros. Hay una lectura interesante sobre el tema hecha por un profesor de zoología. Él explica que, las criaturas que eran típicamente consideradas como cazadoras y carnívoras, no eran así al principio. Él muestra cómo sus atributos naturales son perfectamente consistentes con esta conclusión y con un diseño original para ser vegetarianos.[15]
Por lo tanto, si los animales vivían en paz y armonía en el paraíso original, tendría sentido que fuera igual en el Cielo nuevo y la Tierra nueva. Las palabras de Isaías, que describen esa situación, serían por ende consistentes con un entendimiento más literal de la profecía. Pero aún si uno creyera que la descripción en Isaías 65 es simbólica o metafórica, uno debería preguntarse por qué Dios nos daría un símbolo en el Cielo nuevo y la Tierra nueva si el concepto repugna a la realidad.
Por supuesto, debemos afirmar que la adoración de animales es una abominable herejía, que infestó al Antiguo Testamento y aún existe en nuestros días. Los animales no son Dios, y son diferentes de los seres humanos. Ellos no poseen almas racionales. Sin embargo, tienen una forma especial de existencia dada por Dios; y es destacable considerar las increíbles habilidades y características que ellos nos muestran a menudo. Estas habilidades claramente desaprueban la afirmación de que los animales son simplemente seres que funcionan solamente por instinto y por respuesta sensorial.
Por ejemplo, hay un video interesante en YouTube llamado: “Hero Dog Tries to Help Wounded Dog – Chile”[16] [Héroe canino intenta ayudar a perro herido - Chile]. Tiene más de dos millones de reproducciones.
En un intento de cruzar una avenida congestionada, un perro fue atropellado por un carro que lo dejó sin ayuda en medio del tráfico. Un segundo canino lo divisó a cierta distancia. El segundo perro decidió aventurarse en el tráfico y salvar al perro herido. Evadió los carros que pasaban, arrastró al perro herido con sus dientes y patas, y lo condujo a un lugar seguro al lado de la calle. El perro que había resultado herido sobrevivió. La toma del video es impresionante. Hay muchas otras historias similares.
Hay una serie (de videos) fascinante que consta de tres partes llamada “Incredible Creatures that Defy Evolution” [Criaturas increíbles que refutan la evolución]. Esta serie, que está a la venta en nuestra tienda on-line en inglés, es un documental asombroso sobre todas las capacidades de las criaturas de Dios.
“Hay animales que salvan a seres humanos; animales que muestran su extraordinario coraje; animales que muestran extrañas habilidades para manifestar emoción, inclusive para llorar; animales que se pueden comunicar, unos con métodos jerárquicos y otros con lenguaje de signos; animales que reconocen cuando se aproxima un tornado o un terremoto; animales que pueden oler el cáncer, las drogas, las termitas…”[17].
“John y Michele Helfrich de Justin, Texas [EE.UU.], tenían una becerra de raza bovina llamada Beanie, que miraba a John reparar una tubería de agua que tenía un escape y había hecho un charco. Para reparar la tubería, primero tuvo que hacer un agujero a ambos lados del tubo. El novillo permaneció a su lado todo el día, observando lo que hacía. Luego, para su asombro, cuando empezaba a rellenar la zanja, ella se ponía a su lado y empujaba la tierra hacia dentro. Finalmente, él se metió en la zanja, y cuando lo hizo, Beanie se metió con él y empezó a empujar la tierra. Cuando él volvía a salir para meter más tierra, ella salía y empujaba la tierra con la cabeza”[18].
“Una mujer joven fue raptada por un extraño en una camioneta, condujo unos veinte kilómetros, y la dejó cautiva en la camioneta sobre una ruta desértica. Posteriormente, se supo que la camioneta no paró ni una sola vez desde el punto de secuestro hasta el camino desértico. Varias horas después del secuestro, las autoridades locales le dieron a su detective sabueso un pedazo de la ropa de la mujer como referencia, y pusieron al perro a buscar su rastro. Le tomó varias horas, pero el perro llevo a pie a la policía a recorrer los mismos veinte kilómetros que recorrió la camioneta, desde el mismo punto de partida, hasta la misma vía desértica. El sabueso los llevó a la camioneta y la víctima fue rescatada ilesa”[19].
“La señora Jensen permaneció todo el día con la yegua y su potro. Esa noche, el caballo bebé dejó de respirar. En ese momento, los otros cinco caballos de la familia Jensen, que en las últimas horas se habían reunido lo más cerca posible del establo, se levantaron sobre sus patas traseras y lanzaron varios gritos desgarradores. No pudieron haber visto al potro porque estaba en el establo cuando murió, mas lo sabían. Fue una experiencia que la señora Jensen nunca olvidará y que, en esta vida terrenal, nunca entenderá del todo”[20].
“Un granjero en Australia que sufrió serias lesiones en su cabeza, después de haber sido golpeado por una rama de un árbol que le cayó encima, fue rescatado por un canguro medio ciego que fue aclamado como un héroe. Lulu, el canguro, tocó a la puerta de la casa de la familia en Morwell, Gippsland, al sureste de Australia, después de descubrir al granjero que yacía inconsciente en el campo”[21].
Se ha visto que, al tocar música en un arpa, se produce en los animales un beneficio dramático.[22] Un músico-terapeuta decidió averiguar cómo es que los animales podrían responder a la música. “Ella decidió llevar a cabo un experimento en una pequeña granja de ganado lechero en Sidney, Indiana [EE.UU.], donde cuarenta y dos [vacas] Holstein que nunca habían estado expuestas a la música fueron tratadas con dosis medidas de Clásica, Rock pesado y Country & western durante un período de trece días. Los resultados sugirieron que las vacas son una audiencia sofisticada. La producción de leche se incrementó casi un seis por ciento cuando escuchaban música clásica (Sinfonía No. 7 de Beethoven en do mayor), pero cayó el mismo porcentaje cuando el equipo de sonido tocaba la banda de rock ‘Kiss’”[23].
Una historia personal
Nos gustaría compartir una historia personal. Por muchos años, el monasterio tuvo una perrita. Al 2003 o 2004, ella sufría por causa de su avanzada edad y porque tenía cataratas en sus ojos. Estaba muy débil y casi ciega. Claramente se acercaba el fin de su vida. Decidimos que lo mejor era ponerle fin a su vida (lo que es moralmente permitido en los animales, pero no en los humanos). Ese mismo día que tomamos la decisión, de que la vida de la perrita tristemente debía terminar, descubrimos que ella estaba pasando tiempo en la capilla del monasterio, en el piso, en presencia del Santísimo Sacramento. La capilla es accesible por una de las habitaciones. Antes de ese día, ella nunca durmió extensamente en la capilla. No creemos que sea un accidente o una mera coincidencia que, justo antes de que su vida terminara, algo la atrajo a la presencia de Aquel quien la creó. De hecho, cuando fue recogida para ser llevada por última vez en su vida, fue recogida del suelo de la capilla. Algo la motivó, en su postrera hora, cerca a su fin, a entrar en la presencia de Dios.
Es de igual manera interesante que lo mismo ocurriera con uno de nuestros gatos. Actualmente tenemos dos gatos. En la primavera del 2008, uno de nuestros gatos se enfermó gravemente por una infección estomacal y no paraba de vomitar por largo tiempo. Pensamos que lo más probable era que la gata moriría. Ya que ella estaba sufriendo y claramente estaba en los peores momentos de su vida, pasó la mayoría del tiempo durmiendo en el piso de la capilla, igual que como la perrita algunos años atrás. Cuando estaba sana, la gata se paseaba muy raramente por la capilla durante cortos periodos de tiempo; pero ella no dormía ahí mucho, ni pasaba la mayor parte de su tiempo en la capilla. Sin embargo, cuando estaba cerca su muerte, ella estuvo casi todo el día en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento, durante varios días. No creemos que sea un accidente que, en su grave enfermedad, la gata entró en la presencia de Dios. Gracias a Dios, ella recobro su salud y está en buenas condiciones.
Para terminar este artículo, el mensaje del Evangelio y de la redención de Dios es para los humanos, no para los animales. Todos los animales son inocentes. Dios decidió nacer en medio de los inocentes animales en vez de entre los seres humanos. En el Antiguo Testamento, eran un requisito los animales, para que el sacrificio cubriera el pecado, porque lo animales son criaturas sin pecado. También servía para destruir la tendencia que tenían los israelitas de adorar animales.
Es nuestra opinión que, al menos, algunos animales siguen existiendo después de su vida terrenal, como parte del diseño de Dios.
Job 12, 10: “En Su mano [del Señor] está el alma de todo viviente, y el soplo de toda carne humana”.
Oseas 2, 18: “En aquel día haré en favor de ellos alianza con las fieras del campo, con las aves del cielo y con los reptiles de la tierra; quebraré en la tierra arco, espada y guerra, y haré que reposen seguros”.
Colosenses 1, 17: “Y Él es antes de todas las cosas, y en Él subsisten todas”.
Proverbios 12, 10: “El justo mira por las necesidades de su ganado, mas las entrañas de los impíos son crueles”.
Eclesiastés 3, 1,14-15: “Todas las cosas tienen su tiempo; todo lo que pasa debajo del sol tiene su hora… Conocí que todas las obras de Dios subsisten siempre; nada se les puede añadir ni quitar. Lo hizo Dios así para que se lo tema. Lo que ya fue, existe aún, y lo que será, ya fue, porque Dios busca renovar lo pasado”.
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[1] San Ireneo, Contra las herejías, libro IV, cap. 20, #11, año 180 d.C.
[2] Simi & Segreti, St. Francis of Paola, Rockford, IL: Tan Books, 1977, p. 26.
[3] Simi & Segreti, St. Francis of Paola, p. 26.
[4] J.C. Kearns, O.P., The Life of Blessed Martin De Porres, New York, NY: P.J. Kennedy & Sons, 1937, pp. 113-114.
[5] J.C. Kearns, O.P., The Life of Blessed Martin De Porres, p. 111.
[6] Florecillas de San Francisco de Asís, capítulo XXI.
[7] Susi Pittman, Animals in Heaven?, Bloomington, IN: IUniverse, 2009, pp. 79-80.
[8] Joan Carroll Cruz, Mysteries, Marvels, Miracles in the Lives of the Saints, Tan Books, 1997, p. 480.
[9] Charles Warren Stoddard, St. Anthony – The Wonder Worker of Padua, Tan Books, 1971, pp. 61-62.
[10] Joan Carroll Cruz, Eucharistic Miracles, Tan Books, 1987, p. 207.
[11] Catholic Encyclopedia, “Soul,” 1907.
[12] Santo Tomas de Aquino, Summa Theologiae, parte III, cuestión 27, art. 2, respuesta a la objeción 2.
[13] San Gregorio Nacianceno, Oración teológica segunda (Oración 28), # 23-26, año 381 d.C.
[14] San Justino mártir, Diálogo con Trifo el judío, cap. 81, siglo II
[15] Walter J. Veith, The Genesis Conflict – Creation to Restoration, Amazing Discoveries, Blaine, WA (DVD).
[16] https://www.youtube.com/watch?v=ofpYRITtLSg
[17] Susi Pittman, Animals in Heaven?, p. 5.
[18] Mary Buddenmeyer-Porter, Animals, Immortal Beings, Bloomington, IN: AuthorHouse, 2005, p. 36.
[19] Gary Kurz, Cold Noses at the Pearly Gates, New York, NY: Kensington Publishing Corp., 2008, p. 98.
[20] Mary Buddenmeyer-Porter, Will I See Fido in Heaven?, Manchester, MO: Eden Publications, LLC, 2006, p. 23.
[21] Niki Behrikis Shanahan, The Rainbow Bridge: Pet Loss is Heaven’s Gain, Tyngsborough, MA: Pete Publishing, 2007, p. 29.
[22] Susi Pittman, Animals in Heaven?, p. 5.
[23] Gary Kowalski, The Souls of Animals?, Novato, CA: New World Library, 1999,p. 56.
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excelente articulo, muy bien argumentado.